Navidad

Hoy lo que antes era prisa es crispación. Un estado que acompaña al día y que ni en estas fechas da tregua

Sé que hoy es día de prisas, de últimas compras, de subida de tensión por el regalo que no llegó, por aquel otro que el repartidor puso a prueba arrojándolo por la tapia y haciendo añicos un capricho. Pero algo ha cambiado. La premura por encontrar el juguete inencontrable de la carta a los reyes, la ruta imposible por supermercados a la caza y captura del ingrediente imprescindible, el tiempo de atasco, de falsa solidaridad que en cada semáforo llenaba la guantera de paquetes de pañuelos de papel..., todo estaba cubierto en el fondo por la ilusión, y aunque fuese por unos días, había una mano levantada al retrovisor para pedir disculpas por una maniobra brusca, un lo siento en el choque de hombros a la carrera por la calle, en definitiva, había conciencia del otro. Hoy lo que antes era prisa es crispación. Un estado de nerviosismo que acompaña al día y que ni siquiera en estas fechas da tregua. Nos atropellan en las aceras sin volver la vista atrás para comprobar si podemos levantarnos del suelo, nos destrozan el coche y escapan para no tener que dar parte al seguro, damos los buenos días y nos miran con extrañeza, respondemos con premura "no sé" antes de escuchar la pregunta, por tal de que no se acerquen demasiado a nosotros. Al vecino, aun siendo consciente de que no vive sólo, no le importa si al otro lado del muro el estruendo molesta, y te convierte en bicho raro, en huraño, si le haces ver que los decibelios superan cualquier medidor, y el compañero al que se le defendió contra viento y marea, teniendo o no razón, por aquello de la solidaridad y de la camaradería, está deseando alzar un índice contundente para denunciar y acusar, porque la memoria olvida con rapidez a quien estuvo a tu lado cuando nadie lo estaba. Del amor al odio medio paso. Nada importa. Por no importar no importan ni los que no están, en unas fechas en las que se hacían presentes con fuerza. Se impone la realidad, no salimos mejores de aquel confinamiento del que íbamos a salir mejores, éste ya no es tiempo de amor y paz, sino de consumismo puro y duro, sin los edulcorantes que ayer lo tamizaban. Ahora la mentira está en las redes. Somos amables en las redes, contamos con el otro, lo conozcamos o no, en las redes, y tenemos muchos likes y queremos y nos quieren en un mundo virtual. Pero yo, que no tengo redes, y me aguanto con la banda sonora que escoge el vecino, con la chapa deshecha del coche, con el bufido de quien choca conmigo en la acera o el índice que me señala, os deseo Feliz Navidad, eso sí, sin filtros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios