La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

De la Niña de la Puebla a Raphael

Los campanilleros de la Niña de la Puebla y el tamborilero de Raphael representan la frontera entre dos Navidades

El espacio que separa los campanilleros de la Niña de la Puebla del tamborilero de Raphael puede simbolizar una frontera de villancicos entre las hambrunas autárquicas de los años 40, las fatigas del ir saliendo adelante los 50 y el desarrollismo de los 60 que logró esa progresiva generalización del bienestar que los entusiastas del Régimen definieron como el paso de la alpargata al 600. Una transición, germen de la de 1975-1982 al dotarnos de clases medias, que también podría se simbolizar como del fraile del tiempo a Mariano Medina, de Celia Gámez a Addy Ventura, de los radiofónicos El Coyote o Dos hombres buenos a los televisivos Bonanza o El Virginiano, de las felicitaciones ricas en purpurina que adquirían relieve al abrirse a las de las modernas figuras amuñecadas de Ferrándiz, del pelotazo de aguardiente o coñac al segoviano güisqui Dyc, de Discomanía a Los 40 principales, de los puestos de gandinga como única fuente de proteínas a la entrada generalizada de la carne en la dieta de los españoles o de Aurora Bautista en Locura de amor a Elke Sommer luciendo el primer bikini del cine español en Bahía de Palma.

Pero como estamos en las fechas que estamos, centrémonos en los niños para simbolizar esta transición. Del Guerrero del Antifaz y su prometida Ana María al Capitán Trueno con novia sueca. De Mariquita Pérez a las muñecas de Famosa camino del portal. De la familia Ulises del TBO a la familia Cebolleta del DDT. Del niño rubio con tupé y bucles mijita querubín de la caja de los Juegos Reunidos Geyper de los años 50 al niño moreno con un aire travieso entre yanki y Periquín de la caja de los años 60. De los coches de latón con los pasajeros pintados en las ventanillas al Tiburón Citroën Payá y, los más afortunados, al Scalextric. Del proyector infantil Nic con películas de papel y personajes que sólo repetían un movimiento al Cinexin. De los fuertes de madera con "combois" y los juegos de arquitectura con piezas de madera rojas, verdes y amarillas a los Exin Castillos. De los trenes de cuerda de latón que circulaban por un pequeño círculo a los trenes eléctricos Payá y los inalcanzables modelos a escala que se veían en los escaparates de Cuevas. Del Mecano apto solo para niños buenos, pacientes y meticulosos a las construcciones de plástico... Estos dos mundos estaban a uno y otro lado de la frontera de villancicos de la Niña de la Puebla y Raphael.

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