Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Preysler, 'calientasesos' privilegiados

Isabel Preysler siempre gustó de decorar el caudaloso río de su belleza con los frutos de sesudas cabezas

Los escritores tienen un alto concepto de su quehacer. Y como ellos son los dueños de las palabras, con ellas consiguen que todos creamos que lo más importante es leer(los), y, menos, escribir, que para eso están ellos. Dios, que escribió la Biblia, y Alá, que le hizo memorizar el Corán a Mahoma para que se lo dictara a alguno de sus seguidores, dejaron el listón muy alto. Los escritores, que aspiran siempre a escribir tan bien como Alá o como Jehová, suelen proclamar la excelencia de su oficio. El escritor portugués Pessoa decía que la única verdad era la literatura, a la que él se dedicaba. Mientras que el cantero que labró alguna de las portentosas iglesias románicas se conformó con grabar en uno de sus sillares: "Micaelis me fecit". Los escritores se sobreestiman. Babean cuando algún crítico o catedrático declara sus textos 'imprescindibles'. En el programa La Cultureta de Onda Cero, dedicado a Joyce, un crítico afirmó que en el Ulises (1922) está ya la actual preeminencia del cuerpo y el anuncio del agotamiento religioso. Es cierto que la obra de Joyce está llena de obscenidades y de escatología, pero también es cierto que su influencia ha sido más bien limitada porque, aparte de su capítulo 18, lo demás se entienden poco. La literatura, salvo la erótica, no ha sido prolija en desnudeces. En Midlemarch (1874) de G.Eliot, la novelista cuenta el viaje de novios de unos recién casados que parece que se han dejado los cuerpos en casa. Cuando Anna Karenina y su amante Vronsky rompen la dulce tela del encuentro, Tolstoi sustituye los pormenores del fragor corporal por puntos suspensivos. En la novela de Martínez Sierra Tú eres la paz (1906), escrita por su mujer María Lejárraga, la protagonista escribe una carta a su amiga contándole su viaje de novios más parecida a una guía turística que al choque de dos cuerpos hermosos que se desean desde niños. Los cuerpos desnudos y profanados nos los sirvió la ferocidad del Holocausto nazi. Luego hay un fotógrafo que gusta de reunir gente en pelota en playas y edificios para hacerle fotos. Del Tik Tok ha huido el alma y solo se publicitan cuerpos. Pero hasta que Vargas Llosa no se ha sacado la pichula muerta, tras su ruptura con la 'calientasabios' Isabel Preysler, ningún Premio Nobel se había atrevido a un estriptís corporal tan menesteroso.

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