Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
AUNQUE en su pasaporte diga -que no lo dice- que usted es ciudadano español, por lo de europeo que ello implica, en realidad, en la actualidad, el ciudadano español no existe. Entre gritos y pitos, los españolitos enormes, bajitos -que decía la canción- somos súbditos -como los británicos- al servicio de su majestad el rey, en nuestro caso -de la reina, en el de ellos-.
La monarquía en la que estamos metidos -algunos sometidos- nos hace ser súbditos a la antigua usanza. Y entre los súbditos, como antaño, hay nobles y plebeyos, chusma y vulgo, populacho y turba. Cada uno desde su categoría, pero todos súbditos de su majestad el rey y la reina, y el príncipe y la princesa, y las infantas y los infantes, y el resto de la prole que pulula por los palacios de la casa real española de los que también somos súbditos y súbditas.
Dice el diccionario que súbdito es quien está sujeto a la autoridad de un superior y tiene la obligación de obedecerle. También dice que los súbditos son los habitantes de un estado gobernado por una monarquía. James Bond, por ejemplo, se hizo famoso por el servicio a su majestad la reina británica. Todo un modelo de súbdito, dispuesto a arriesgar su vida por la corona. Los españoles -que somos más humildes para esas cosas- nos conformamos con aplaudir a los representantes de la casa real y a enorgullecernos de nuestra categoría de súbditos más allá de nuestras fronteras. Porque eso sí, fuera de España, a españoles no hay quien nos gane aunque eso incluya reconocer nuestra categoría de súbditos de la monarquía borbónica o francesa, que para el caso es lo mismo.
Hace unas semanas, unos amigos se reunieron para presentar un manual para dejar de ser súbditos y comenzar a ser ciudadanos. En aquel encuentro nuestro antiguo rector, Federico Mayor Zaragoza, propuso la reconversión del individuo a ciudadano para dejar de ser súbdito del mercado y de otros ámbitos de poder. Claro que muchos de ustedes dirán -y lo dirán con razón- que fuimos los españoles los que decidimos ser súbditos cuando aprobamos la Constitución y con ella la monarquía. Lo que ocurre es que quienes así lo decidieron por amplia mayoría, hoy tienen más de cincuenta años. Y no hay nadie por debajo de esa edad que haya tomado una decisión de esas características. Digo yo que no vamos a estar ratificando cada año nuestra condición de súbditos, pero qué dirían hoy quienes todavía no tenían voz ni voto cuando en nuestro país se implantó la monarquía. No sé si me explico.
También te puede interesar
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
Bloguero de arrabal
Pablo Alcázar
Ultraoceánicos
El salón de los espejos
Stella Benot
La Transición andaluza
La ciudad y los días
Carlos Colón
La camarera, el estanquero y la Navidad