La esquina
José Aguilar
Ya no cuela el relato de Pedro
Ha conmovido y sorprendido a la par la respuesta popular al drama dejado en Valencia por la DANA. Una suerte de ‘El pueblo en marcha’ es lo que se ha visto con esa marea humana que ha desbordado a todos y que se ha revelado como el más eficaz de los mecanismos de respuesta ante una calamidad del tamaño de lo que estamos viendo.
Algunos se han bajado al barro a mancharse y de paso a echar una mano. En lo que se pueda pero sin quedarse mirando. Actuando. La primera, la reportera in situ Ana Pastor esta vez demostrando un buen hacer periodístico.
Hasta a algún periodista del plató se le saltaban las lágrimas. Garajes con metros de agua a sabiendas de que habría gente que se quedó dentro de los coches sin poder salir; personas de a pie sin ya nada más que barro en sus vidas y desesperanza en sus corazones.
Un sacerdote se lo dijo diáfano a Ana Pastor. “Lo de menos es lo material. Eso se vuelve a empezar de cero y se repone. Lo que no tiene ya arreglo son las muertes”. Era la clave.
En tanto las autoridades con sus conflictos de competencias echándose los muertos para sacar tajada. Y la sociedad perpleja mirando cómo el agua que se achicaba dejaba ver más y más cadáveres. Demasiado intenso hasta para una sociedad anestesiada de videojuegos y pop ups. Y la indignación desbordó el vaso al que solo le faltaba tener delante a los protagonistas. Bajaron al barro y acabaron embarrados y casi apaleados. El Rey tuvo reflejos y supo sacar ganancia en mitad del griterío mientras huía “el perro”. Dicen los voceros en nomina que gritaba la ultraderecha. Pero Letizia vio que era el pueblo el que pedía un abrazo y el real consuelo.
Otra gota que rebasó lo soportable fue el pillaje nocturno. Robaban televisores o muñecas, no solo comida de los supermercados. No. Relojes. Zapatillas de deporte. Lo que fuera con tal de pillar algo en medio del desastre.
Lo mejor y lo peor del ser humano se ha visto en unos días en que ha vencido lo que de noble y bondadoso tenemos todos dentro para perder el tiempo por dárselo a otros y dejar la serie del Netflix porque alguien pasa hambre y frío y no poder quedarse en casa sin hacer nada. Hacer algo.
Que la política es crueldad sin límites ya lo sabíamos. Pero la naturaleza nos vuelve naturales. Lloramos, gritamos o besamos. Al Rey le cayó de todo. Y aguanto el tipo. Porque hay una naturaleza pensante y por tanto libre incluso, a veces, para hacer lo que es debido.
También te puede interesar
La esquina
José Aguilar
Ya no cuela el relato de Pedro
El balcón
Ignacio Martínez
Sota de Espadas
La ciudad y los días
Carlos Colón
Pickwick: elogio de los traductores
En tránsito
Eduardo Jordá
Extraña fiesta de la Constitución