Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Y todo será cenizas

Aprender no es fácil ni sencillo; requiere recursos, pero también esfuerzo y compromiso personal

La educación ha de ser la principal inversión de un país. Formar ciudadanos, no sólo en conocimientos y habilidades sino también en valores, es lo que permitirá un desarrollo social sólido, solvente y continuado. La formación no es sólo la escuela; la familia y el resto de los agentes sociales deben aunar esfuerzos para cimentar una sociedad que conviva en libertad, respeto y colaboración mutua. En los últimos dos siglos, la educación obligatoria se ha conformado como un sistema que permita a los ciudadanos disponer de los medios intelectuales adecuados y suficientes para conseguir una vida rica y plena que les posibilite, además, integrarse en el mercado laboral y disfrutar de las relaciones sociales y vitales de un modo satisfactorio. Así, si dotamos al capital humano de herramientas para contribuir al desarrollo social y económico y si cada uno puede definir su camino personal en virtud de sus capacidades y su propio esfuerzo, la igualdad de oportunidades y la meritocracia serán una realidad palpable más que un simple lema político.

Siempre me ha fascinado la figura de los mozarts perdidos. Esos millares de niños con grandes aptitudes que fuera porque no existía un sistema escolar, carecieran de quien les instruyera -algo que Mozart tuvo afortunadamente en su padre- o a causa de una determinada concepción social que les excluía por razones de sexo -caso de su propia hermana Nannerl-, raza, religión o clase social, no pudieron desarrollar todas sus capacidades innatas.

Por todo lo que nos enseña la historia, la educación ha de ser un objetivo primordial, para familias, sociedad, gobierno y estado. Pero aprender no es fácil ni sencillo; requiere recursos, pero también esfuerzo y compromiso personal. Me aterra escuchar que el suspenso es elitista y no asumir que el igualitarismo por abajo nos devuelve a la miseria intelectual. De nada sirve que el conocimiento esté almacenado en la red, como no sirvió que lo estuviera en las bibliotecas. Sólo es válido si lo aplicamos porque lo dominamos e igual que se adquiere se puede perder. La Historia está llena de ejemplos en los que una gran civilización cae y la sustituye otra mucho más vulgar y analfabeta. Este buenismo del aprobado general, llevado al extremo nos puede devolver otra vez a vivir sobre el alcantarillado romano mientras lanzamos los detritos por las ventanas al grito de ¡agua va! Y entonces, todo será cenizas.

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