Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
La Wikipedia afirma que el cambio climático y el calentamiento global son antropogénicos. Antropogénico, según la RAE, es todo lo relativo a lo que la acción humana produce sobre la naturaleza. La Wikipedia y la propia RAE están quedando obsoletas, o por lo menos esclavizadas por la enorme sabiduría de la Inteligencia Artificial, sea eso lo que sea y acabe siendo en nuestras vidas. Más allá de estos artefactos de consulta para legos –como quien suscribe– la inmensa mayoría de los científicos coinciden en que tan amenazante asunto, el cambio climático, es en gran medida producto de la acción de más de 8.000 millones de terrícolas y sus artefactos de producción y consumo. Lógico, parece: no hace falta vivir al lado de un polo químico en China. Pero negar con rotundidad lo que a cada uno le salga del alma es un derecho inalienable que debería figurar en la Constitución, tanto como pueda serlo autopercibirse osito de peluche.
El cambio climático implica una ruptura del equilibrio que ha regido con cierta permanencia a lo largo de las décadas entre fuerzas de las que la inmensa mayoría no tenemos ni idea: hidrosfera, atmósfera, cliosfera, litosfera, biosfera y otros misterios para el gran público, expertos de plástico en los insondables manejos climáticos. La gran defensa de los humanos ante lo desconocido y la incertidumbre es la fe del sí o el no. Por ejemplo, los adoradores de los ciclos: “Calor en verano, frío en invierno, churra”, que dicen Los Compadres. El dúo cómico compuesto por Rafi y Fali son el prototipo de poseedores de certezas y juicios tan contundentes como ajenos a ningún tipo de fundamento. La duda les ofende. Ahí radica su gracia.
Se vive mucho mejor sin dudas, y todavía mejor creyendo justo lo contrario que tus enemigos; también da mucho lustre si estás en el taco riguroso aunque no sepas una papa de ciencia ni de clima: el forrado suele llevar la contraria, y ostentar una importante panoplia de certezas absolutas o, lo que viene siendo lo mismo, negaciones absolutas. Cuanto más simple sea el razonamiento, esto es, más irracional, mejor se duerme y más se disfruta en el casino. Preferiblemente, rodeado de los tuyos. La cohesión pandillera se basa en negar al contrario, en creer justo lo contrario que él: no pienses, recluta, ya lo hace tu sargento por ti. El cambio climático puede ser un contrario de lo más socorrido.
El hermano del negacionista, ya vestido de limpio, es el que toma el nombre del cambio climático en vano, y tras los espeluznantes y extrañísimos incendios de este verano, se apresta a crear una superestructura transversal de comisiones, y reclama al oponente un Gran Pacto de Estado contra el cambio climático. Que, oiga, sí, y antes uno por la vivienda o los chantajes fiscales territoriales. Pero para blanquear la inacción preventiva y calmar la bronca, no hija, no, que decía otro humorista, Ozores. Sánchez, nuestro Gran Houdini. Para cambios, los suyos.
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