Nunca conoció la derrota

Es muy posible que usted, si es que vive o visita con frecuencia esta ciudad de Granada y naturalmente transita, como yo, por sus calles y plazas, diariamente, no sabrá que, en ese cruce urbano que conduce desde la Gran Vía de Colón al barrio del Realejo, por la calle de Pavaneras, en esa encrucijada que se produce entre la calle de los Reyes Católicos y la plaza que lleva el nombre de Isabel, aquella bendita reina cuya corona llegaba desde la vieja Castilla hasta el Nuevo Mundo, que eran las Indias Occidentales –y luego América–, en esa misma plaza en la que se levanta el monumento con el que Mariano Benlliure quiso representar el encuentro de Cristóbal Colón con aquella reina española, encima del mismo suelo de esa plaza hubieron, en 1526 unas nobles casas rodeadas de tahona, molinos y cuadras en las que, casi al cabo de ese mismo año y en el mes de diciembre, habría de nacer el más grande marino que hasta hoy han conocido las naciones en el mundo: don Álvaro de Bazán y Guzmán, extraordinario e invicto héroe y almirante en la batalla de Lepanto, con la que –por ahora– se evitó que donde hoy está la basílica de San Pedro se levantase la más grande mezquita del mundo occidental y acaso, también, del mundo.

El año que viene Granada va a liderar la celebración, la conmemoración del medio milenio desde el nacimiento de don Álvaro de Bazán porque el de Granada fue el cielo primero que don Álvaro vio y bajo el que vivió hasta los 17 años, cuando subió, por vez primera, a la cubierta de un barco –con su padre, también almirante de la armada española– y ya permaneció en el castillo de popa transitando por las aguas del Mediterráneo y del Atlántico, victoria tras victoria en el servicio a la Corona de España, hasta su muerte, sucedida en Lisboa, en febrero de 1588, cuando se ocupaba en organizar la que la historia denominó ‘Armada invencible’ y que fue desbaratada, frente a las costas británicas, por la tromba brutal de una borrasca inesperada. Hoy, cuando este periódico salga a la luz, en la población manchega de El Viso y en el palacio del marqués de Santa Cruz, se estará informando a mis compañeros periodistas sobre el amplio y hasta denso programa de actividades con que –a iniciativa de la Armada Española y de la asociación civil ‘500 años de don Álvaro de Bazán’– se conmemorarán esos cinco siglos de memoria de los Bazán. En este caso, ni Granada, ni España van a ser olvidadizas. ¿O no?