Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
El pasado viernes, 13 de junio, vivimos una jornada de huelga de la profesión médica en la sanidad pública con una alta participación, a pesar de que las administraciones autonómicas se afanan por fijar la participación en torno al 50% de la atención primaria y hospitalaria, lo cierto es que el seguimiento fue mayoritario en toda España y en Granada la actividad asistencial de los médicos se paralizó en más del 90%. La repercusión mediática fue limitada debido a la coincidencia con la publicación del informe de la UCO, que reveló un nuevo caso de corrupción política, y al menor interés de algunos medios de comunicación. Muchos de estos medios han calificado a la profesión médica con términos despectivos, a pesar de nuestros esfuerzos durante la pandemia, cuando muchos profesionales enfermábamos y algunos incluso morían en primera línea. Sorprende especialmente el término de “hijos de papá”, como si la mayoría de nosotros/as no fuéramos hijos de esforzados trabajadores y de miembros de la clase media-baja. Sin embargo, lo esencial es que los médicos y médicas de nuestro país demostraron estar comprometidos con sus derechos laborales legítimos y con su profesión, a pesar de enfrentarse muchos de ellos/as al riesgo de agotamiento profesional. Exigimos que se termine con el maltrato y el desprecio hacia nuestro trabajo. No queremos ser la única profesión obligada a trabajar 24 horas de forma ininterrumpida o hasta 92 horas semanales, sin poder conciliar esta con nuestra vida familiar. El 13 de junio yo vi esperanza y espíritu de lucha. Vi mujeres y hombres que aman su profesión y que no están dispuestos a abandonar su tierra para ejercerla dignamente. Vi en definitiva una profesión unida, como nunca. Seguiremos desempeñando nuestra profesión con profesionalidad, esmero y vocación, como hasta ahora. Dando a los pacientes lo mejor de nosotros mismos, pero continuaremos las movilizaciones en los próximos meses. Aquí nos tendrán, señora ministra y consejeros/as autonómicos, a todas y todos los médicos de este país enfrente. Y recuerden: el paciente es, sin duda, el más importante del acto médico, pero no olviden que, sin médicos, no hay sanidad.
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