Brindis al sol
Alberto González Troyano
Rafael?Zabaleta
Dejó dicho Honoré de Balzac que “hay tres jueces agazapados en el fondo de todas las conciencias: el honor, la verdad y la justicia”. Sin embargo, no todos los seres humanos tenemos un claro sentido del honor, ni defendemos el necesario respeto por la verdad ni, desde luego, conceptuamos del mismo modo la justicia. Y mucho menos generalizados están estos valores, en este tiempo, en el que, casi diariamente, estamos siendo casi testigos presenciales de cómo muchos de aquellos que debiesen de ser ejemplo y modelo de ciudadanía y humanidad; por los destacadísimos puestos a que inmerecidamente fueron llamados en el servicio público, esto es, en la política; burlan y destrozan con saña –y sin vergüenza ni rubor– los tres valores señalados por Balzac, en vez de ser verdaderos padres de la patria, entendida ésta como el cuerpo ciudadano de una nación, sostenida por el cimiento poderoso de una historia común y deseosos de compartir el destino, que habremos de labrar conjuntamente y para el bien público, desde distintos ideales, creencias y convicciones aunque, siempre, desde la libertad.
Por el contrario –y en estos días mucho más– se agolpan informaciones, similares al respecto, que nos hablan de cómo distintas personalidades, situadas en la cúspide de la pirámide social, se enfrentan, en diferentes instancias de la Justicia, con las cuentas que ésta les pide de sus –muchas veces– más que vergonzosos comportamientos y acciones en el ejercicio de la administración pública, obviando, escarneciendo y cachondeándose de la ley y de la decencia, circunstancias que, de haber tenido algún sentido del honor, les hubiesen llevado, no a ser destituidos por la autoridad que los nombró, ni a permanecer en el disfrute de los privilegios de sus cargos, sino a dimitir en vez de aferrarse con desesperación a esos privilegios con que se sienten protegidos, de algún modo, tras ser descubiertos en sus desmanes, atropellos y tropelías.
En medio de esta vorágine orgiástica de inmoral locura en que quieren sucumbir al honor, a la verdad y a la justicia, sí han dimitido una consejera de la Junta de Andalucía y –aunque muy tardíamente– un presidente de Comunidad autónoma: ambos del Partido Popular. Por el contrario, en contraste, ni un solo personaje de la izquierda política –tan pagada de si misma, siempre– se ha dignado a presentar su dimisión, aunque el clamor social así se lo exigiese. Seguramente, deben pensar que dimitir no es “progresista”, no es de izquierdas. ¿O no?
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