Hijos ilustres de Granada

03 de septiembre 2025 - 03:10

Siempre me ha llamado la atención que Granada, pese a haber sido cuna o domicilio permanente de multitud de ilustres personalidades del mundo de las artes, las ciencias y las letras, ambos sexos, por cierto, resulte hasta raro contemplar, a lo largo de cualquier paseo por sus calles y plazas, algunas placas o azulejos conmemorativos en las fachadas de las casas que durante sus vidas habitaron. Desde donde escribo, por ejemplo, esquina de las calles de Jesús y María con placeta de los Girones –Palacio de los Condes de Gabia, pleno Realejo– puedo ver, desde la gran cancela que da a la primera de las calles citadas, la fachada de la casa en la que nació, vivió y murió Francisco de Paula Valladar y Serrano, fallecido en 1925, lo que en modo alguno de hace constar en ninguno de los espacios de su bella fachada. Hay decenas y decenas de lacerantes casos que convierten a esta romántica ciudad en una madre muda y olvidadiza, respecto de sus más preclaros hijos, naturales o adoptados.

Lo dicho me viene a la memoria al ojear una de las obras del que fuera gran rector de nuestra Universidad, el catedrático de Historia de la Literatura Española del Siglo de Oro, Antonio Gallego Morell, intitulada Sesenta escritores granadinos con sus partidas de bautismo, editada en 1970 por la cruel e innecesariamente desaparecida Caja de Ahorros de Granada, obra que dedicó a su maestro, don Manuel Gómez Moreno y Martínez; ilustre arqueólogo e historiador del arte, también granadino, como el propio Gallego Morell.

Este Gómez Moreno, que fue valioso investigador, pero rival del antes mencionado Valladar, era hijo del gran pintor granadino Manuel Gómez Moreno y González, que el mismo año en que nació su hijo –1870– presentó y leyó una muy ilustrada Memoria, ante la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Granada, en la que trató sobre Las moradas de algunos hombres célebres en las Ciencias, en las Letras y en las Artes que han vivido en Granada.

Esa Memoria, junto a la obra del propio Gallego Morell o las escritas luego –y con verdadera erudición– por los profesores Andrés Soria o Amelina Correa, podrían servir a la Comisión de Honores de nuestro Consistorio a modo de guía de merecimientos de ilustres hijos de la ciudad. ¿O no?

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