El lanzador de cuchillos

El horror y los políticos

De tanto encamarse con Bildu, Sánchez ha acabado adoptando su miserable lenguaje

La que lió el progrerío con el piquito de Rubiales y cuando unos salvajes teocráticos fuerzan –¡eso sí son agresiones sexuales, Irene!– torturan, secuestran y matan a unas jovencitas israelíes que bailaban despreocupadamente en un festival de música electrónica, la infame Yolanda Díaz y sus acólitos salen en defensa de los asesinos y violadores. Para la podemia, que nos tiene a todos acogotados porque somos unos mierdecillas, lo que se merece una niñata judía que quiere volver sola y borracha a su kibutz es que se la pase por la piedra y la cimitarra un machirulo de Hamas. A la ultraizquierda sólo le interesa la mujer si le sirve para imponer su desquiciado programa ideológico y tenernos a todos calladitos. A Belarra, que se desgañitó por Jenni Hermoso, le importa un comino Noa Argamani.

Maya Villalobo, la joven sevillana que hacía el servicio militar en la base de Nahal Oz, no perdió la vida en un accidente ni por una enfermedad repentina, sino cruelmente asesinada por un miliciano palestino. El presidente del Gobierno en (de)funciones, sin embargo, se refirió a la muerte violenta de la muchacha como un simple “fallecimiento”. De tanto encamarse con Bildu ha acabado adoptando su miserable lenguaje. Si el terrorista que le quitó la vida a Maya hubiera sido un antiguo novio, Pedro Sánchez no habría dudado en llamar a las cosas por su nombre.

Me llamó la atención que Sémper colgara en la red un párrafo subrayado del libro de Carrère sobre el atentado de Bataclan. Sobre todo porque yo también lo he leído y tengo subrayado el mismo párrafo: “La propaganda nazi no mostraba Auschwitz, ni la estalinista el gulag. Normalmente, la propaganda oculta el horror. Aquí lo exhibe”. Hamas ha emitido un vídeo en el que un terrorista con la cara cubierta sostiene en brazos a dos bebés israelíes: antes eran las víctimas quienes enseñaban las imágenes del terror, para denunciarlo; ahora son los verdugos quienes las muestran, jactanciosos y desafiantes.

El autor de Sapiens, Yuval Noah Harari, ha escrito: “Netanyahu es un genio de las relaciones públicas, pero un primer ministro incompetente. Prima sus intereses personales por encima del interés nacional y ha forjado su carrera dividiendo a la nación contra sí misma. Ha nombrado a personas para puestos claves basándose más en su lealtad que en sus cualificaciones, se ha atribuido todos los éxitos sin asumir jamás la responsabilidad por los fracasos, y parece dar poca importancia a decir o escuchar la verdad”. Netanyahu: el Sánchez de los judíos.

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