Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
Se cumplen 89 años del golpe de Estado que dio paso a la dictadura más larga de la Europa del siglo XX. Y en España, en este país de tierra rota y memoria silenciada, aún hay más de 100.000 cadáveres en fosas comunes. Ahí, entre la cal y el olvido, sigue enterrado Federico García Lorca, asesinado por el fascismo no solo por lo que escribía, sino por lo que era: poeta, homosexual, libre.
Y sin embargo, el Estado español sigue caminando a trompicones en el reconocimiento del pasado. La llamada Memoria Democrática avanza a empujones, con una mano quitando tierra y la otra recibiendo bofetadas de quienes preferirían que todo esto no se contara. El PP nunca ha disimulado su incomodidad con el tema. Ha votado contra todas las leyes de memoria, ha recortado presupuestos, ha desmantelado oficinas. Ha convertido el derecho a la verdad, la justicia y la reparación en un asunto “ideológico” que conviene enterrar como a los muertos: sin nombre ni tumba.
Pero lo verdaderamente inquietante no es el pasado, sino el futuro inmediato. Porque en cada rincón donde el PP gobierna con Vox –un partido abiertamente negacionista de la dictadura y la represión franquista– la memoria se convierte en diana. No se rescatan fosas, se borran placas. No se honra a las víctimas, se insulta su recuerdo. Se niega, se distorsiona, se pisotea.
Granada lo sabe bien. La Diputación propuso hace poco a un negacionista de la Memoria Histórica para dirigir el Patronato García Lorca. El mismo organismo encargó en 2024 una obra teatral para “conmemorar” el asesinato del poeta… en la que Lorca se suicidaba tirándose a un pozo mientras gritaba “¡No me busquéis!”. Tal cual. La infamia convertida en subvención cultural.
Esta tarde como cada año, habrá un acto frente a la antigua prisión provincial, de donde salieron miles de personas hacia su ejecución. Y el domingo otro en las tapias del cementerio de San José, donde más de cuatro mil granadinos fueron vilmente asesinados. Allí estaremos quienes nos negamos a que la historia oficial vuelva a escribirse desde la trinchera de los verdugos.
Porque, a 89 años del horror fundacional del franquismo, este país sigue sin reconciliarse con su memoria. Porque la democracia se debilita cuando se pacta con quienes niegan sus raíces. Y porque un país que no honra a sus muertos, tarde o temprano, deja de merecer a sus vivos.
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