Esta boca es tuya

Antonio Cambril

¡Un ministro granadino!

La ciudad inteligente sufre parálisis cerebral crónica, no posee influencia alguna y es la cola del ratón andaluz

17 de junio 2018 - 02:38

Lo conocí en el 75, cuando Motril era la caña. El granadino Julio Rodríguez acababa de perder la cartera de Educación. Fue ministro en el Gobierno de Carrero Blanco y parió una de las reformas más peregrinas que se recuerda: el "calendario juliano". Adaptó el curso universitario al año natural, concedió a los estudiantes seis meses de vacaciones, los del verano y el otoño del 73, y, derrotado por el sofoco de agosto, tuvo que derogar la medida poco después. Doctor en Ciencias Químicas y en Farmacia, catedrático en Mineralogía y Cristalografía, miembro del Opus, cortés, dotado de un peculiar sentido del humor y rebautizado por el ingenio popular como Julio el Breve, el ex ministro aparecía al caer la tarde en la discoteca Los Bongos y ocupaba una mesa cercana a la pista de verano mientras en el aire sonaba machacón el `Sex machine´ de James Brown. Yo también acudía a diario y a él no se le escapó el detalle. Pese a la enorme diferencia de edad, nos tratamos mucho. La conversación siempre empezaba de la misma manera. "Nos atiendes, por favor", comentaba él. "Ustedes dirán", respondía yo. Así todo el verano.

Julio Rodríguez murió poco después en Chile. A veces he pensado en él. Lo hice el día en que dimitió Màxim Huerta y me asaltó la idea de que igual tocaba la pedrea. Ni por esas. Han pasado cuarenta años y unos doscientos ministros, 28 de ellos andaluces, pero ninguno granadino. Exceptuado De Parga, que apenas duró un año (77-78) y vivió muy desapegado de la ciudad. Lo peor es que ni nos extrañamos. ON Granada, la Smart city, la e-Health, la capital cultural europea del 3.031, la sede del acelerador de partículas, la de los 200 asesores con gafas verdes y menos luces que un barco pirata, no ha parido un solo ministro. La ciudad inteligente sufre parálisis cerebral crónica, no posee influencia alguna, se ha convertido en la cenicienta del Estado de las Autonomías, en la cola del ratón andaluz, en una ciudad que apenas recuerda a aquella que, hasta los 80, fue capital administrativa, comercial, universitaria e intelectual del sureste español. Será el karma. Será la nefasta y clasista transmigración de las almas ministeriales. Será que, después de Julio el breve, nos corresponde un secretario de Estado. Y después un subsecretario. Y después un contable. Y después un bedel. Y después un mendigo de San Juan de Dios que transplantaremos jubilosos a la puerta de algún Ministerio. Y después la metamorfosis… el insecto de Kafka.

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