Las dos orillas
José Joaquín León
Sumar tiene una gran culpa
El asesinato del niño de 4 años en la localidad almeriense de Vera a manos del novio de su madre y el presunto maltrato continuado del menor por parte de este me ha conmocionado profundamente. Los detalles de la autopsia son escalofriantes; junto al traumatismo abdominal que le ha provocado la muerte por laceración hepática y hemorragia interna, los datos apuntan también a una violación del menor. Y según parece tanto la madre como otros testigos eran conocedores de esta situación. Incluso ella podría haber estado presente en algún momento de esta agresión que le costó la vida al pequeño Lucas. Por otra parte, me ha sorprendido, la existencia de un video grabado, donde puede apreciarse el maltrato propinado por este “sujeto” al niño, cuando lo llevaba al colegio. Colegio en el que, por cierto, ¿nadie intuyó lo que estaba pasando? Incluso, el menor había sido atendido recientemente en un centro sanitario público por un brazo fracturado. Se dice además que los servicios de protección del menor tenían la intención de intervenir de forma inminente. Este dramático caso merece, como poco, una reflexión que no solo pone de relieve la brutalidad de los responsables directos (la madre y su pareja) sino también la posible inacción o negligencia de diversas capas del entorno social o institucional: familia, vecinos, colegio, autoridades (policiales, sanitarias, de protección infantil). Podría decirse que se trata de un “fracaso absoluto” del sistema. Si había señales visibles (hematomas, fracturas, absentismo escolar, alertas de familiares) y aun así no se denunció ni actuó, la responsabilidad social e institucional es extremadamente grave. Esta clase de casos muestran cómo los sistemas de protección pueden fallar si no se activa el protocolo adecuado de forma efectiva. Es una tragedia que evidencia un fallo del sistema: no bastan señales aisladas, sino que hacen falta mecanismos efectivos de detección, denuncia y protección –y que esos mecanismos funcionen siempre–. Y para finalizar otra triste y seria reflexión: ¿cómo de enferma está nuestra sociedad cuando, ante la evidencia de un maltrato infantil de esta magnitud, miramos para otro lado?
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