La nueva OTAN

Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos en enero de este año, todo ha cambiado en la política internacional. Sus decisiones en relación a la imposición de aranceles o la inmigración o las formas con las que se ha manifestado en aquella reunión con Zelenski en La Casa Blanca son buena prueba de ello.

Ahora, en la cumbre de la OTAN en La Haya, ha vuelto a mostrar su cara más intransigente en relación a exigir una inversión del 5% del PIB a todos los países miembros, haciendo ostentación de que Europa debe contribuir más al coste de la defensa común. Lamentable ha sido conocer los wassap entre el secretario general de la OTAN y el presidente de EEUU.

España ha plantado cara al objetivo del 5% del PIB en una decisión que debe ser analizada porque, aceptando nuestro país los objetivos de las capacidades de defensa que hay que asegurar, el presidente del Gobierno ha cuestionado (con razón) el cálculo del coste de esos objetivos en nuestro caso.

Pongamos un ejemplo para entender el planteamiento de España: si hubiera que incrementar el número de soldados en una cantidad determinada, el coste de esa medida no es igual en España que en Alemania o en Francia. Los salarios son diferentes y ello conllevaría un esfuerzo diferente en términos de PIB.

Por eso es importante señalar que hay un acuerdo sobre los nuevos objetivos y las nuevas capacidades de defensa, y entender que ello no conlleva un coste predeterminado. Este planteamiento lo ha aceptado la OTAN y se firmó el pasado domingo entre su secretario general y Pedro Sánchez.

Sin embargo, con el desplante de Trump a España y la amenaza de hacernos “pagar el doble”, lo que apreciamos es una actitud prepotente y chulesca de un socio que ha cambiado la forma de relacionarse con Europa y con el mundo. Algo que no augura un futuro esperanzador.

Sería necesario avanzar en una fuerza de defensa europea que nos permita autonomía en el futuro. Y eso, precisamente, es algo que parece no querer Trump.