Muchas y muy nuevas cosas

19 de febrero 2025 - 03:09

Lo cierto es que, hasta que el gobierno de José María Aznar eliminó la obligatoriedad del servicio militar, prácticamente y llegada la hora, a la gran mayoría de los jóvenes de nuestro país les daba la tiritera. Y aunque el servicio militar llegó a ser bastante laxo, en los últimos años obligatorios, las historias de la mili eran tan diversas, sorpresivas y en ocasiones hasta peligrosas, pues en determinados destinos podían fácilmente costar la vida, que a la fuerza se las había de temer. Momentos hubo en que este servicio a la nación hasta se podía evitar, dependiendo de la posición social y de la fortuna de las familias, mediante el pago de una determinada cantidad, lo que se denominó ‘redención en metálico’. O bien ese otro modo que consistía en pagar a algún desgraciado, desheredado de la fortuna, de modo que éste suplantaba la identidad del que tenía la obligación y suficientes billetes, para que lo sustituyese durante el tiempo en que aquel hubiese de permanecer en el ejército, librándose, así, de los verdaderos peligros y difíciles situaciones y trabajos que esperaban al ‘recluta’ adinerado.

El ejército, pues, se profesionalizó desde que José María Aznar y Jordi Pujol firmaron el llamado ‘pacto del Majestic’, en 1996, mediante el cual el Partido Popular propiciaría el fin del servicio militar obligatorio y Convergencia y Unión le apoyaría en la investidura presidencial. Nacía, así, visto de otro modo, el ejército profesional compuesto, únicamente, por profesionales de la milicia, desde el personal de tropa, hasta el generalato.

Esta situación, naturalmente, produjo una inmediata y radical aminoración en el número de soldados que habrían de formar las tropas a la vez que un aumento en la formación. Es decir, poca gente, pero bien preparada para los fines que se pretendían. Minimizado el ejército en el número de sus contingentes, hubo de permitirse su acceso a ciudadanos, nacidos en países lejanos que, de este modo hallaban aquí un trabajo remunerado aunque con cierta peligrosidad.

Todo esto y el invento de la OTAN –otros escriben NATO– para cumplir con el refrán que dice que la unión hace la fuerza, nos ha permitido mantener un gasto pírrico en defensa a costa, claro está, del socio que hasta ahora han sido los Estados Unidos de América. Pero allí, ahora, ha venido a gobernar el presidente Donald Trump, que ha obtenido mayoría en las urnas electorales, no como nuestro presidente Pedro Sánchez, que gobierna siendo perdedor en todas las elecciones hasta ahora. Y así, modificado tan sensiblemente el drama con este nuevo actor, habremos de estar expectantes, pues se espera que sucedan muchas y muy nuevas y sorpresivas cosas. Y no todas buenas, precisamente ¿O no?

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