Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Sabemos que no está de moda y que, incluso podría desagradar al propalestino presidente del (des)Gobierno de España, Pedro Sánchez; felicitado, por cierto, por los terroristas de Hamas por sus sistemáticos ataques políticos a Israel; pero el refrán, como tantos otros, pudiera tener origen medieval hispano judío. Y asevera que “a casa llevé a un amigo, él se quedó de amo, yo despedido”. Y es que, a estas alturas, al cabo de siete años de desgobierno sanchista y los mismos del óbito ideológico del PSOE, hasta resulta ridículo que, dentro del (des)Gobierno de España, alguien –Isabel Rodríguez, una profesional de la política de la que no se conoce otra dedicación u ocupación– cobre sueldo cada mes, por ser –o al menos estar nombrada y publicada en el BOE– ministra de Vivienda, sin que prácticamente y a iniciativa gubernamental, en este país, no se ha llegado a construir mucho más de una docena de pisos ¡en todo el territorio nacional!; actitud con la que, además de pasarse por el fundillo el derecho constitucional a una vivienda digna, nuestro (des)Gobierno pudiera estar alentando y hasta propiciando el movimiento okupa y está presto a miccionar con profusión sobre ese otro derecho, también consagrado en la vigente Constitución que, se supone, debiera asegurar la propiedad privada.
De todo eso se ríe Sánchez y sus inactivos ministros del ramo constructivo o constructor. Al (des)presidente le da exactamente igual que el movimiento okupa haya crecido lo bastante para convertirse en todo un sector sobre el que pivota una buena parte de la economía sumergida –ya se arriendan y traspasan propiedades ajenas, incluso a través de actos documentados por escrito. Eso es formalidad – sin pagar, además, un solo euro en impuestos: burla consentida a subinspectores e inspectores de la Hacienda Pública.
Se la refanfinfla a Sánchez los insultos, ofensas, baldones e improperios que los propietarios, desalojados de sus propias casas, puedan dedicar, con estruendosos y enervados vociferios, a los (des)gobernantes sociatas, por no dar golpe para evitar los asaltos de viviendas ajenas, sean pisos o casas, sin tener, tampoco, el coraje de promover la elaboración de iniciativas legislativas que protejan a los dueños y permitan el acceso a la vivienda de aquellos que ni encuentran mercado, ni se les ofrece trabajo. Esa es la certificación veraz de un fracaso gubernamental del socialismo. Hay más, muchos más. ¿O no?
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