Las dos orillas
José Joaquín León
Noticia de Extremadura
En la web de La Scala de Milán se advierte: “La Dirección invita al público a elegir una vestimenta en consonancia con el decoro del Teatro, por respeto al propio Teatro y a los otros espectadores. No son admitidos espectadores que vistan camisetas sin mangas o pantalones cortos. En estos casos no se reembolsarán las entradas”. Y en las taquillas un cartel avisa: “Quien no respete las normas de vestido no tiene derecho a acceder ni al reembolso de la entrada”. Se añaden también las chanclas.
“No se trata de una imposición draconiana de gran soireé –escribe Mariella Barolli en Panorama– que obligue a los hombres al traje oscuro con corbata y a las mujeres al vestido de noche, sino de algunas reglas mínimas que deben respetarse”. Tampoco son normas nuevas. Hasta 2015 incluso se indicaba en las entradas que en las funciones de gala los hombres debían vestir traje oscuro. Camisetas, pantalones cortos y chanclas fueron toleradas bajo las direcciones de Alexander Pereira –recientemente, por cierto, condenado por malversación durante su etapa como director del Maggio Musicale Fiorentino– y de Dominique Meyer, el primero invocando la apertura a nuevos públicos jóvenes y a los turistas, el segundo añadiendo razones ideológicas: “Él mismo –escribe Barolli– ha contado muchas veces que cuando siendo joven iba vestido de obrero a la Ópera Garnier de París –de la que después fue director general– había sufrido el juicio de las miradas de los habituales”. Lo primero, por lo visto, no es una buena razón: “En realidad los jóvenes no son el problema, muchas veces vestidos con mayor formalidad o elegancia que las personas mayores, sino los extranjeros con sus inverosímiles looks de turistas”. Lo segundo, las miradas acusadoras al joven vestido de obrero, es pura demagogia que recuerda una escena de Doctor Zhivago: Pavel Antípov –Strélnikov tras la revolución– entrando pobremente vestido en la lujosa fiesta de los Sventysky bajo la despectiva mirada de los burgueses y aristócratas.
El nuevo superintendente de La Scala, Fortunato Ortombina, ha vuelto a poner en vigor el antiguo reglamento: ya no se podrá asistir a una ópera con camisetas sin mangas, pantalones cortos y chanclas, como si se estuviera en una playa. Y esto no es elitismo. Lo aplaudo.
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