Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Con el paso cambiado

La solución no está en crear clientelas dependientes de la caridad del gobierno

Toda Europa relaja la presión fiscal para reactivar la economía y sólo España sube los impuestos en plena pandemia. Lo hacen los adalides del control -Holanda baja el IRPF- y los menos disciplinados -Grecia- suspenden el IVA unos meses para incentivar el consumo. Aquí ya vimos en qué quedó la pregonada como imposible bajada del IVA de las mascarillas; llegó tarde y sólo para las quirúrgicas aunque nos recomienden usar otras. Los Presupuestos son poco creíbles. Nadie puede defender que en plena pandemia y con la economía paralizada intermitentemente, aumente la actividad y con ella la recaudación. Vamos a contracorriente de Europa, en cuyos fondos estamos apostando la futura recuperación.

La auténtica crisis a la que nos enfrentamos es la del desempleo masivo entre los trabajadores menos cualificados que se gesta desde marzo, el estrepitoso fracaso en la gestión del Ingreso Mínimo reconocido por el propio gobierno, el cierre de miles de pequeñas empresas que no pueden soportar más esta situación y la agonía de los autónomos a quienes en plena crisis se les sube la cuota. La caída de la actividad económica mundial no trae nada bueno. Y si se complementa con una suicida subida de impuestos que no pagarán los ricos, sino todos, las consecuencias son claras: vuelta a la economía sumergida y de supervivencia en las capas más desfavorecidas. La emergencia es la pobreza que está a las puertas. Y la solución no está en crear clientelas dependientes de la caridad del gobierno, sino en establecer las condiciones que permitan crear riqueza y no repartir miseria.

Pero si hay una medida incomprensible en los presupuestos es la subida salarial de los funcionarios que supone un coste de casi 1.500 millones de euros. Quienes tienen asegurado el trabajo y los ingresos no pueden drenar la débil economía del resto. Mucho menos cuando no hay inflación y el coste de la vida no sube. Si el argumento es el heroísmo de los sanitarios, y aún a riesgo de ser impopular, no creo que lo haya en quien cumple con su trabajo cuando la situación lo requiere. Y si lo hubiera, no es mayor que el de millones de trabajadores del campo, la limpieza, el transporte o los supermercados que también ponen en riesgo su salud y a diferencia de un sanitario, me cuesta creer que fuera la vocación la que les llevó a trabajar en esos puestos. En una sociedad madura, cumplir con el propio deber no deja de ser lo esperado.

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