Planetas

02 de noviembre 2025 - 03:08

Un traductor recrea las intenciones narrativas de otro escritor, de cuya creación se hizo cómplice. Traslada a su propio planeta de letras lo que alguien escribió en otra lengua. No es posible que una traducción literaria sea gemela del original. Será nueva literatura. Puede que un ave redentora. El traductor de Memorias de Adriano, de Margueritte Yourcenar, es un tal Julio Cortázar. Esta novela es considerada una obra maestra en español. No hay por qué dudar de que lo sea también en francés. Ni idea.

Una hija quería aplicarse en el empeño de trotar por aceras y parques, de modo que le regalé el pedante y pesante libro de Haruki Murakami De qué hablo cuando hablo de correr, cuya edición de Tusquets en español contiene fotos del serrano cuerpo nipón de un eterno aspirante al Nobel de Literatura. Al dárselo, le referí aquel meme del atribulado jurado sueco: “Para Makiruni... para Murikami... para Harukami... ¡al carajo, para Bob Dylan”. No le hizo gracia. A ver si ella lo acaba, y corre como pluma al viento.

De paso, compré una colección de relatos suya, Sauce ciego, mujer dormida; en inglés, para practicar. Lentísima, pero embriagadora hasta lo narcolepsia. El idioma japonés –para mí, extraño como correr un maratón– se transustanció agradablemente a la imperial lingua franca que uno nunca acaba de aprender, si no la ha mamado. Los dos traductores son de Harvard y la Universidad de Arizona.

No le dan a Murakami el Nobel. Mientras, la editorial del taco patrio, Planeta, ha otorgado su pastizal a una novela de Juan Del Val, de entre mil trescientas. ¡Eso es un cribado! Qué potencia de juicio, la de ese jurado. Una vida no da para leer tanta narración e ir seleccionando y desechando. Es negocio, nada que objetar. Ni, por mi parte, nada que leer. ¿Se traducirá Vera? No, no se traducen esos premios, me dice la IA.

Me quedo con la columna de Javi González-Cotta El Premio Planeta guarrillo. No se fíen del título. Pero lean lo de Cotta: espero que si mi colega se reinventa en polemista o periodista de estirpe con negro de cabecera no se cisque en sus propias mulas por haber parido tan memorable libelo en cuatro geniales párrafos. Para todo lo demás, Pablo Motos. El año próximo, además, toca volver a ganadora; ellas leen más novedades, y a más mujeres.

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