Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Ya se había producido el inicio de la temporada de verano cuando se hizo pública una información que sostenía que este año, al menos una de cada cuatro familias que habitualmente ha venido disfrutando de vacaciones veraniegas, en un lugar diferente a su residencia habitual, no podría hacerlo ahora, por causas puramente económicas. Esa información venía a casar con los comentarios entre bañistas, en las playas, en el sentido de que, salvo en fines de semana, las costas se venían viendo con una cierta menor presencia de veraneantes. Y es que, nos cuenten lo que se nos quiera contar, desde instancias gubernamentales o cercanas, la vida, en nuestro país, concretamente, se viene mostrando con crecientes dificultades.
No hace demasiados años, no era de extrañar que trabajadores que no eran profesionales con estudios superiores, habían podido adquirir, con su esfuerzo laboral, una segunda vivienda en algún lugar de veraneo, viviendas que les han permitido jubilaciones más amables y al resto de los miembros de esas mismas familias, el acceso a períodos estivales de descanso que, de otro modo, hoy día, se presentan casi imposibles.
Pero el problema mayor no está, como es bien sabido, en la imposibilidad o altísima dificultad para que un trabajador, en este tiempo que vivimos, pueda adquirir una segunda vivienda, sino, precisamente, en que pueda acceder a una primera, con los sueldos de hoy día y las exigencias de la economía cotidiana a los que se van incorporando al mercado –exiguo mercado– del trabajo en España.
Por mucho que se empeñe en contarnos milongas la ministra portavoz del (des)Gobierno de Pedro Sánchez –Pilar Alegría. ¡Vaya apellido de sorna!– la general inacción ministerial, durante los últimos años, respecto de la construcción de viviendas sociales, pese a las falsas promesas sobre la construcción de ¡cuatrocientas mil! y la inexistencia de incentivos para la edificación, en general, es lo que impide a toda una generación de jóvenes poder emanciparse de sus familias raíces y emprender con justificada ilusión la personal aventura de sus vidas, ello, además de los desfasados sueldos, en su inmensa mayoría no escasos, ni insuficientes, sino verdaderamente exiguos respecto al coste económico real de la vida. De seguir así las cosas, los jóvenes dejarán España como si fuese tierra quemada sin futuro. Y no sólo forestalmente. ¿O no?
También te puede interesar
Lo último