En tránsito
Eduardo Jordá
Resurrección
Hoy los españoles estamos algo más unidos. Y no, no ha sido la clase política la que ha obrado el milagro, sino una tragedia que nos ha dejado consternados, con una pérdida aún no cuantificada de vida humanas, que suman ya más de 200 y un panorama dantesco de desolación que deja a miles de familias sin hogar y prácticamente sin nada. Mientras las administraciones, autonómica valenciana y central, se echan respectivamente la culpa de la inacción para una evacuación preventiva, habida cuenta de los pronóstico de la Aemet y la falta de atención a las víctimas en las primeras horas de la tragedia, así como de la tardanza en proporcionar medios adecuados de ayuda básica (alimentos, agua, ropa) a los afectados; la ciudadanía española da una lección de solidaridad desde todos y cada uno de los estratos sociales y desde el punto más recóndito de este gran país. Reciban especial mención los jóvenes que han dejado por un momento sus ocupaciones y sus estudios para, pala o cepillo en mano, enfrascarse en la ardua tarea de retirar un lodo, que aún hoy embadurna gran parte de esta amplia zona afectada. El lodo que salpica sus ropas y sus caras, símbolo ya de esta gran movilización, y que ha hecho callar muchas bocas que tildaban a esta generación de cristal, como débil e incapaz de esforzarse. Limpiar, repartir comida, productos de limpieza y otros productos básicos de primera necesidad han sido y son tareas que aún hoy siguen realizando, 11 días después de la mortífera DANA. Y no solo ellos, obreros, arquitectos, agricultores, personal sanitario, psicólogos, electricistas, bomberos y policías voluntarios y un largo etcétera, venidos de los cuatro puntos cardinales del país, continúan realizando distintas tareas de ayuda, además de los cuerpos de seguridad del estado movilizados; aunque hoy sabemos que de manera insuficiente al principio de la hecatombe. Frente a ello, nuestra clase política ha sido incapaz de ofrecer una imagen de unidad. Ahora, cuando continúan apareciendo cadáveres en el barro, siguen enzarzados en una guerra para dirimir cual ha sido la administración más incompetente, siempre intentando dejar en evidencia al rival político que gobierna cada una de ellas, sin ser capaces de reconocer sus errores y como siempre… buscando rentabilidad electoral. La desafección de la población por la política y los gobernantes sigue irremediablemente aumentando. Y es que, ni siquiera en esta catástrofe nuestros políticos han dado la talla.
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