El termómetro

Enrique Novi

enriquenovi@me.com

Una verdad insignificante

Seguramente me voy a meter en camisa de once varas, pero atónito ante el impacto alcanzado por la protesta contra la fusión hospitalaria que ha convertido a Granada en una especie de Fuenteovejuna moderna, contaré una experiencia personal, a propósito de un problema de salud que sufrí hace tres meses y que me hizo usuario del recién estrenado Hospital del Campus de la Salud, ese gigante que iba a ser la joya de la corona granadina, y conformó la llamada Granada virtual, y que a la hora de la verdad se ha tornado en el comendador en el que se han volcado todas las iras y los altisonantes reproches de la Granada real, la que toma el autobús, despotrica de la LAC y no esconde su acento granaíno, ¿aeh?

Esa Granada, que jamás osó levantar la voz por el poeta asesinado, ni por los mangoneos urbanísticos, tampoco por los desahucios o la incomunicación ferroviaria, ha logrado que hinque la rodilla la todopoderosa Junta de Andalucía de la virreina Susana Díaz. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, o como rezaba el eslogan de aquel disco de Elvis, "100 millones de fans no pueden estar equivocados", que habría que adaptar a las decenas de miles de granadinos que han peleado en la calle liderados por un médico de formas tal vez chirriantes pero con las que Granada se han identificado, y cuyos resultados nadie discutirá, ahora que sus reivindicaciones están firmadas en papel oficial.

A primera vista saco dos conclusiones del episodio. La sideral distancia que existe entre el pueblo y los partidos políticos, todos ellos, pues ninguno, empezando por el del propio alcalde, atenazado entre la presión de sus gobernados y la lealtad a sus superiores -la disciplina de partido-, ha sabido ni capitalizar la protesta ni apuntarse el tanto de haber alcanzado lo que los usuarios de la sanidad pública reclamaban en la calle. Y que cuando la gente se lo propone, puede ser realmente soberana. Deberíamos plantearnos si otros agravios de nuestro ámbito (desde el corredor mediterráneo a la conexión ferroviaria o el soterramiento del AVE, que cuestiones que pelear no nos faltan), merecerían igual despliegue de fuerza que el mostrado contra la fusión hospitalaria. La experiencia a la que me refería no es más que la recomendación que durante mi convalecencia recibí por todos los flancos, desde los propios profesionales sanitarios hasta la gente de mi entorno, acerca del procedimiento para acelerar la operación que tengo pendiente y para la que aún no hay fecha. "Tú ve a urgencias y exagera el dolor; así lograrás que te operen antes". Probablemente todos deberíamos ser más honestos y responsables si de verdad queremos una mejor sanidad pública.

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