Con el juramento que prestará esta mañana ante la representación de la soberanía nacional, la Princesa de Asturias adquiere, al mismo tiempo que llega a la mayoría de edad, la plena capacidad para asumir la Corona cuando por fallecimiento, renuncia o incapacidad esté llamada a sustituir a su padre. El acatamiento de la Constitución va mucho más allá de ser un acto simbólico: es la plasmación de un compromiso con el pueblo español que la obliga a asumir en primera persona la defensa del orden democrático. Doña Leonor tiene buenos ejemplos de ello en la actuación de su abuelo el 23 de febrero de 1981 y de su padre el 3 de octubre de 2017. El acto que se celebra en el Congreso supone, además, una bocanada de aire fresco en una institución que ha tenido que superar una larga etapa llena de dificultades que sólo con el ejemplo y el compromiso con su país de Felipe VI se ha podido superar. El hecho de que don Juan Carlos no vaya a estar presente en los actos oficiales y sólo se le espere en la celebración familiar es todo un síntoma de la difícil travesía que tuvo que emprender el Rey y que con la mayoría de edad de la Princesa queda para siempre como una etapa superada. A partir de hoy la Monarquía del futuro queda representada por una mujer joven y que está siendo preparada a conciencia para ejercer la Jefatura del Estado en un país que concibe la Corona como un poder arbitral que constituye la última salvaguarda de los derechos y libertades de sus ciudadanos. No jura la Constitución doña Leonor en unos momentos fáciles para España –con una crisis política que se refleja hoy en un Gobierno en funciones y en las ausencias en el hemiciclo– ni para la Europa en la que nos integramos. Por eso es más importante que nunca que una institución que es capaz de acoger y representar a todos reciba el refuerzo que supone su proyección hacia el futuro.