Tribuna

jesús beades

Paparruchas

En español, para ‘fake news’ tenemos: bulo, patraña, paparrucha, engaño, embuste, camelo, infundio, bola, trola, filfa, cuento, fraude, falacia… En román paladino: mentira

Paparruchas

Paparruchas

Cuando quiero saber las últimas noticias, leo a San Pablo”, dijo el bruto de Leon Bloy. Bruto pero iluminado por la gracia, enfant terrible de la miseria y azote de la hipocresía burguesa, Bloy espetaba –esputaba– esas boutades contra la nueva sociedad comunicada pero vacía de espíritu alguno que comunicar. Es el tipo de cita que encanta a Juan Manuel de Prada y que se esgrime –como una espada– contra el afán de de información inmediata, el FOMO: Fear of Missing Out; miedo a perderse algo. También es de fabricación anglosajona el concepto de fake news. Miren, las palabrejas en francés siempre han quedado bien aunque nos hagan parecer pedantes, o precisamente por ello. Aquí mismo, algo más arriba, les he endosado a ustedes un par. Pero la extensión de términos en inglés, sobre todo utilizados por personas que no hablan inglés, está llegando a su techo de ridículo y vulgaridad.

En español, para fake news tenemos: bulo, patraña, paparrucha, engaño, embuste, camelo, infundio, bola, trola, filfa, cuento, fraude, falacia… En román paladino: mentira. A mí me gusta especialmente la palabra paparruchas; es lo que dice todo el tiempo Ebenezer Scrooge en el doblaje español del Cuento de Navidad de Dickens, en la versión de Disney. Fue la genial adaptación del original Humbug! Literalmente, hum-bug vendría a ser un “bicho que zumba”. Es decir, un ruido que no nos transmite nada. Patraña, por otro lado, tiene fuerza, parece clavarse en la tierra, en la entraña de la rota realidad; suena a patada en el escroto. De todas formas, se ha abierto camino la palabra bulo, vecina de bola: evoca una ídem rodando ladera abajo y creciendo a cada vuelta. No me parece mal. Bulo o patraña, paparrucha o camelo, el problema comienza cuando la palabreja se vuelve omnipresente y se empieza a usar de forma artera, manipulativa. Si todo es bulo, nada lo es. No sabemos qué lo es. Y esa ceremonia de la confusión es la que conviene a los peores. Imaginen que pronuncio esto con la voz de Samuel L. Jackson en Pulp Fiction: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas”. (Juan 3:19-36).

Bajemos al fango. “Los bulos de la derecha y la extrema derecha” es la formulación de un mantra actual, consigna obligatoria, al parecer; es un viejo mecanismo de propaganda, llevado a su cénit por Moscú y Berlín a mitad del siglo pasado. Yo tengo datos contra usted y eso que usted dice de mí no son datos, son bulos. Y asunto concluido. Cada uno sabrá cómo se informa, cómo contrasta, más allá del titular y la entradilla y la opinión del tertuliano de turno. Hoy he dado en pensar –recordando a Leon Bloy– que las paparruchas no son cosa de la información cotidiana exclusivamente, sino que suceden también en la Historia. También en el océano de siglos que nos preceden hay titulares fraudulentos, informaciones que son patrañas, citas que son un camelo. ¿Cuántos españoles creen que Galileo fue un científico de la Edad Media al que quemaron en la hoguera por decir que la tierra era redonda? Una gran mayoría. Y Galileo –siglos XVI-XVII, nada de medievo– vivió estupendamente en la villa que le pagaba el Papa hasta el fin de sus días. Jamás dijo eso de Eppur si muove, “Y sin embargo, se mueve”, leyenda inventada en el siglo XIX. ¿Cuántas veces hemos leído que la II República española se proclamó “democráticamente”? Lo he visto este año en libros de texto de 6º de Primaria. Y la II República se proclamó sin ningún sustento legal, tras unas elecciones municipales (donde, además, ganaron las candidaturas monárquicas). ¿Cuántos piensan que en Don Juan Tenorio se dice “¿No es verdad, ángel de amor…”? En realidad se dice “¡Ah, ¿no es cierto, ángel de amor!”. Ni Rick dice “tócala otra vez, Sam”, ni Sherlock Holmes “elemental, querido Watson”. Ni en el Quijote se dice “con la Iglesia hemos topado”. Ni hay prueba ninguna documentada de la utilización del artilugio llamado “cinturón de castidad”, por más que pese a los amigos del BDSM.

Las fake news están por todas partes, lo inundan todo. Los únicos responsables de que nuestra cabeza esté limpia de falsificaciones somos nosotros mismos, que podemos leer, aprender y contrastar. Para esta tarea, tan necesaria, solo puedo recomendar la máxima de Manuel Luque, director general de Camps: “Busque. Compare. Y, si encuentra algo mejor, ¡cómprelo!”.

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