En un reciente reportaje de National Geographic sobre las mejores playas andaluzas aparecía la playa de La Guardia (Salobreña) como uno de los rincones con más encanto de la Costa Tropical. Situada junto a la vega de La Guardia, catalogada como Zona de Paisaje Sobresaliente e incluida dentro de las Zonas de Protección Territorial, esta playa es una de las joyas de Salobreña.
¿Por cuánto tiempo podremos disfrutar de esta playa como la conocemos hoy? ¿Hasta cuándo estará sin construir la vega de La Guardia? Hay que recordar que la mitad de este espacio conocido como TH1, a pesar de su protección, fue recalificado y vendido hace unos años a un grupo de empresas hoteleras para construir hoteles de cuatro y cinco estrellas. En 2018 finalizó la urbanización de esta parcela, de unos 200.000 m2, dotándola de carreteras y zonas verdes. En 2019 salió a información pública el proyecto hotelero. María Eugenia Rufino, alcaldesa de Salobreña en esos años, informaba que la construcción de los tres hoteles, con un total de 700 habitaciones, podría comenzar antes del final de 2019.
Ha pasado un lustro desde entonces y los hoteles siguen sin ser construidos, afortunadamente, diría yo. El Ayuntamiento de Salobreña no opina igual y cree imprescindible la construcción de estos hoteles para mejorar el desarrollo turístico y económico del municipio. Por ello, en julio de este año el Consistorio ha aprobado una normativa que da un año de margen para que los propietarios de solares sin construir, por ejemplo, el grupo hotelero dueño de la mitad del TH1, construyan o vendan su suelo para que otros empresarios interesados puedan implantar su negocio.
Y es que, como relata el actual alcalde de Salobreña, Javier Ortega, los propietarios de esta parcela del TH1 no tienen intención de construir hoteles, ni tampoco de vender sus parcelas. ¿Por qué? Quizás estén preocupados porque los riesgos de su inversión son demasiado altos y les impedirían obtener beneficios. Construir en una zona costera, con apenas un metro sobre el nivel del mar, en las condiciones actuales de calentamiento global y cambio climático es un negocio de alto riesgo. Veamos por qué.
Según un informe de la Organización Meteorológica Mundial de marzo de 2025, los principales indicadores del cambio climático batieron todos los records en 2024 y sus consecuencias serán irreversibles durante siglos o milenios. El año pasado las emisiones de CO2 antropogénico, lejos de disminuir, aumentaron, siendo las más elevadas de los últimos 800.000 años. Estas emisiones siguieron calentando la atmósfera terrestre que superó por primera vez los 1.5ºC por encima de la temperatura de la época preindustrial, siendo 2024 el año más cálido desde que hay registros. Además, cada uno de los últimos diez años ha sido uno de los años más cálidos jamás registrados. Este aumento de las temperaturas medias durante las décadas pasadas ha originado una fusión record de los hielos de los glaciares de montaña, la Antártida y Groenlandia cuyas aguas han ido al mar, haciendo ascender su nivel. Pero el nivel del mar también asciende por el aumento de la temperatura de sus aguas, pues absorbe el 90% del calor atmosférico. El incremento térmico del agua produce una dilatación de la misma y esta expansión, unida a la fusión de los hielos, hace que el nivel del mar ascienda de forma acelerada año tras año.
Cuando en 1993 la NASA comenzó a medir con satélites el aumento del nivel del mar, este ascendía unos 2.1 mm por año. Desde entonces este ascenso ha ido en aumento y su ritmo se ha acelerado. El año pasado el nivel medio del mar (NMM) ascendió 5.9 mm, 0.16 mm por encima de lo previsto por la NASA, debido a las elevadas temperaturas que provocaron un inusual calentamiento de los océanos y, por tanto, una gran expansión de sus aguas.
Desde comienzos del siglo XX el NMM ha ascendido unos 18 - 20 cm y se espera que para 2050 haya ascendido cómo mínimo, 15 - 20 cm más. ¿Qué sucederá en 2100? El informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de 2021 indica que lo más probable es que para final del siglo XXI el mar ascienda entre 60 y 100 cm con respecto al nivel actual. Sin embargo, investigaciones realizadas por la Universidad de Copenhague en 2021 y por las Universidades de Singapur y Holanda, en 2025, muestran que las proyecciones del IPCC sobre el ascenso del nivel del mar han sido muy conservadoras y que lo más probable es que el ascenso del nivel del mar para 2100 sea de dos metros o más, muy por encima de los peores escenarios propuestos por el IPCC.
El pasado 28 de agosto, con alerta amarilla por fuerte oleaje de poniente, las olas cubrían parte de la playa de La Guardia, llegando a la pasarela peatonal y adentrándose en terrenos del TH1. ¿Qué pasará en unos años? Por cada cm que aumenta el nivel del mar, las aguas avanzan tierra adentro varios metros, dependiendo de la tipología de la costa. En terrenos de vega, llanos y poco elevados sobre el nivel del mar, como los que forman el TH1 y el TH2 de Salobreña, el avance de las aguas en 2050 o antes, inundaría periódicamente los terrenos hoteleros, especialmente durante los temporales, cada vez más intensos. Para 2100 estos terrenos, al igual que miles de localidades costeras de todo el mundo, estarán inundadas de forma permanente.
El mar Mediterráneo se calienta entre dos y tres veces más que el resto de los mares, por ser un mar cerrado con una alta radiación solar durante todo el año. Desde hace varios años, la temperatura superficial del Mediterráneo occidental se ha incrementado hasta alcanzar 28 - 30ºC, valores 5 - 7 grados por encima de la media. Estas temperaturas son típicas de mares tropicales y tienen graves consecuencias para el medio ambiente marino y costero. También para la salud de los humanos que habitamos estas costas.
Antes, pasar el verano junto al Mediterráneo era un seguro de confort térmico. Ahora, ya no lo es. Y no solo porque la temperatura del aire sigue aumentando y las olas de calor son cada vez más frecuentes, intensas y duraderas, sino porque al aumentar la temperatura del mar disminuyen las brisas marinas, vientos locales que se originan en las costas por la diferencia de temperatura entre el mar y la tierra. Al estar el agua del mar más caliente, las brisas diurnas y nocturnas desaparecen o disminuyen, aumentando la sensación de bochorno y el malestar térmico. Y al llegar la noche el agua del mar no se enfría y, por tanto, las noches tropicales (con temperaturas que no bajan de los 20ºC), tórridas (no bajan de los 25ºC) e infernales (no desciende de los 30ºC) se incrementan notablemente. Con este panorama térmico, cada vez son más los turistas que optan por pasar sus vacaciones en destinos más frescos como el norte de España o Europa y no en las tropicalizadas costas mediterráneas.
La ciencia nos dice que el nivel del mar asciende implacablemente y que cada vez hace más calor, incluso en las costas. Quizás estas evidencias científicas sean la causa de que el grupo hotelero dueño de la parcela del TH1 no quiera construir sus hoteles ya que sus beneficios no estarían asegurados.
¿Desconocen los miembros del Consistorio de Salobreña estos hechos o tal vez son negacionistas del cambio climático? ¿Cómo se explica su empeño en construir hoteles en el TH1 y también en el TH2 cuando son terrenos que se inundarán en unos pocos años y el calor hará que el número de turistas que quieran venir por aquí sea mucho menor?
Además, estos proyectos son totalmente insostenibles ya que privarán a la población actual y a las futuras generaciones de las únicas playas vírgenes que quedan en el municipio y promueven un desarrollo económico especulativo que prioriza el rápido beneficio de unos pocos frente al grave perjuicio del medio ambiente y de la mayoría de la población.
¿Es necesario seguir destruyendo nuestra costa en el siglo XXI? En 2010, el Catedrático de Costas de la UGR, Miguel Ángel Losada, equiparaba el deterioro de las costas españolas con un suicidio social, con la destrucción de algo único e irrepetible. Pero no solo destruimos algo único e irrepetible, también nos estamos privando de unas costas naturales que nos ayudan a luchar contra el cambio climático, más resilientes y menos vulnerables a sus impactos.
Elisa Soto, presidenta de Cal y caña, asociación ambientalista que nació justamente para defender los terrenos del TH1, se felicita porque no se hayan construido los hoteles y afirma que “lo ideal es que esos terrenos se recalificaran y volvieran a ser vega, volvieran a ser un espacio agrícola apoyado por las instituciones y con implicación del Ayuntamiento”.
Y está en lo cierto. Estos terrenos deberían ser de nuevo agrícolas y devolver a esta zona el paisaje que nunca debió perder. Un paisaje agrícola, con huertos urbanos, renaturalizado en las zonas inundables, con una gran biodiversidad y resiliente al cambio climático. De este modo, las empresas hoteleras dueñas del terreno podrían compensar las emisiones de carbono procedentes de sus actividades y obtener una “etiqueta verde” que les haría ganar la confianza de sus clientes, cada día más preocupados por el impacto ambiental de sus viajes.
No podemos ignorar que el calentamiento global ha provocado un cambio climático cuyos graves impactos afectan al medio ambiente y, por tanto, a todas nuestras actividades económicas, a la salud humana y animal, a la propia existencia de millones de personas que se verán obligadas a emigrar debido a la destrucción de su entorno.
Desde las Administraciones urge tomar medidas para disminuir la emisión de gases de efecto invernadero y para adaptarnos y mitigar los graves impactos del cambio climático. Para ello, los técnicos y políticos tienen que tener una información actualizada y veraz sobre el cambio climático para que todas y cada una de sus actuaciones tengan en cuenta los riesgos a los que nos enfrentamos: DANAS increíblemente destructoras, incendios imposibles de extinguir, olas de calor extremas, intensas y largas sequías, subida del nivel del mar, expansión de enfermedades antes inexistentes, aumento de la contaminación, etc. No puede ser que nuestras Administraciones sigan ignorando la ciencia y las recomendaciones de los organismos supranacionales.
Islas del Pacífico como Cocos, Tuvalu o Kirabati ya han empezado a desplazar a sus habitantes a otros territorios debido a la subida del nivel del mar. Los más de 10 millones de habitantes de Yakarta se trasladarán a un nuevo emplazamiento en una zona montañosa ante la inminente desaparición de su ciudad bajo las aguas del mar. Nueva York, Londres, Ámsterdam y otras muchas ciudades costeras hacen inversiones millonarias para adaptarlas y hacerlas más resilientes ante la subida del nivel del mar.
¿Qué hacemos en Andalucía? Recalificar terrenos agrícolas situados a nivel del mar, que estarán inundados en los próximos años, para seguir destruyendo nuestras costas, nuestro patrimonio. Y siempre por la misma razón, para el rápido enriquecimiento de unos pocos.