Tribuna

josé antonio gonzález alcantud

Catedrático de Antropología

El fracaso de la 'mehalla' saharaui

Para encubrir el fracaso en el Sahara, Mohammed VI promoverá una auténtica "colonia de poblamiento", como fue Argelia para los franceses

El fracaso de la 'mehalla' saharaui El fracaso de la 'mehalla' saharaui

El fracaso de la 'mehalla' saharaui / rOSELL

Aunque Mohammed V abolió la denominación de sultán en 1957, con el ánimo de modernizar la monarquía marroquí, no por ello se desprendió de sus funciones sultanescas, sobre todo la de ejercer de comendador de los creyentes (emir al muninin). Sin ésta no es posible entender la monarquía marroquí. La base social del sultanato se divide entre el apoyo del fellah o campesino, generalmente de tribus fieles (guich), y el de la burguesía urbana, sobre todo andalusíes fasis, dedicada a los negocios. Todos ellos sostienen a la dinastía alauí cuyo poder surge del oasis de Tafilalet a mitad del siglo XVII, donde todavía se rinde culto a la tumba del fundador Muley Alí Cherif. La transmisión genealógica se fundamenta en la legitimidad que viene en línea directa del profeta Mahoma, y que encarna la casta de los chorfas, herencia de la cual se reclaman los alauitas. Los protectores colonialistas franceses dejaron al sultanato sin tocar como estructura, dado que funcionaba bien como aparato de poder estatal o majzén, donde se integraban los poderes ejecutivo, deliberativo y judicial. A lo que aspiraron los franceses fue a que los sultanes fuesen criaturas suyas, en expresión de Hubert Lyautey, el mariscal francés que hizo de Marruecos su virreinato. Los españoles se conformaron con tener un representante protocolario del sultán en Tetuán, el jalifa.

Para lograr que el país funcionase, pacificando a las tribus insumisas sometiéndolas y logrando que prestasen la sumisión o beyaa al sultán, fue necesario cada cierto tiempo montar una mehalla, suerte de ejército, a la vez que corte itinerante, que por donde pasaba iba doblegando a las tribus siba, o rebeldes. Maestro en estas lides fue el sultán Hassan I, fallecido en 1894, que pasó una parte importante de su vida haciendo incursiones en zonas levantiscas. Los señores del Atlas, especie de feudales, no aceptaban el dictado del sultanato, y solían hacer sumisiones puramente formales. No digamos ya los Smara, ya en el Sahara.

El sultán Hassan II, tras los atentados bereberes de 1971 y 1972, de los que milagrosamente salvó la vida, puso en marcha dos políticas simultáneas: primero, marginar el norte bereber (amazigh), sospechoso de insurgencia. Y, en segundo lugar, acabar una obra que ya le había indicado su padre: lograr la expansión hacia el Sahara, obteniendo la sumisión de los nómadas. A esta historia, por hartamente conocida, sólo cabe introducir una novedad de interpretación: lo que el sultán Hassan II hará será una tradicional mehalla hacia el sur, con miles de soldados camuflados de civiles y entre otros miles de civiles, sin lograr que las tribus saharauis le presten la sumisión. Ahí residirá el gran fracaso hassanita, encubierto por una retórica triunfal, que funcionará gracias a la política patriótica, y un relato histórico anticolonial, que le dará un durable éxito interno, férreamente controlado por la policía política. Pero nada de esto fue aprobado ni por las tribus saharauis ni por una comunidad internacional temerosa del expansionismo neocolonial hassanita. Para encubrir este fracaso estrepitoso, Mohammed VI promoverá una verdadera "colonia de poblamiento", como fue Argelia para los franceses, trasladando colonos de todo Marruecos al Sahara, y creando unas expectativas sobre las riquezas ocultas del desierto, para atraer la inversión internacional.

Evidentemente los saharauis, tenían una identidad de orden tribal, menospreciada por el majzén. Si mirásemos a la Muqaddimah de Ibn Jaldún, del siglo XIV, veríamos que la oposición entre virtud y decadencia, encarnada respectivamente por nómadas y sedentarios, es muy antigua. Por lo demás, como Caro Baroja señaló en la segunda edición de sus Estudios saharianos (1955), investigación fundamental para comprender la tribalidad saharaui, una vez que se ha contactado con la gente del desierto es muy difícil olvidarla. Te absorben con su bonhomía.

¿Y bien? Nunca me mezclé en el debate sobre el Sahara, ya que esperaba que el majzén al menos lo resolviese otorgándole una generosa autonomía. Tras la muerte de Hassan II, en 1999, se comenzó a hablar de la regionalización de Marruecos, emulando el modelo español. Nada de esto se ha hecho más de veinte años después, como prueba la rebelión del Rif de 2017 aplastada con saña. Y si no hay regionalización para el conjunto del Marruecos, cómo lo va a haber en un Sáhara que no ha prestado su sumisión o beyaa al sultán durante 45 años. El sultán marroquí, en este callejón sin salida, ha intentado ahora darle solución apoyándose en el sionismo israelí. Con este movimiento en el damero se enfrenta a una grave crisis interna.

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