La tribuna

La historia a bordo del ‘Missouri’

La historia a bordo del ‘Missouri’

Periodista Y Escritor

La guerra no deja de llamar a la guerra. Este 2 de septiembre –el día 3 en versión china– se ha celebrado el 80º aniversario del fin oficial de la II Guerra Mundial en 1945. La ceremonia de la firma de rendición de Japón se realizó bordo del acorazado estadounidense Missouri. Se hallaba anclado en la bahía de Tokio, la capital del imperio que había sido apisonada por fieros bombardeos (100.000 muertos). El Missouri había participado en las cruentas batallas de Okinawa y de Iwo Jima (llevada al cine en dos versiones por Clint Eastwood) y había sufrido también el fanatismo acrobático y suicida de los kamikazes japoneses.

La guerra en los islarios del Pacífico acabó con la capitulación de Japón ante Estados Unidos, la URSS, Gran Bretaña y China, más una representación de neerlandeses, franceses, australianos y neozelandeses que también combatieron en el Pacífico. Con camisa verde caqui poco o nada tuneada para la gloria, Douglas McArthur, comandante en jefe de los aliados en el Pacífico, firmó en nombre del resto de naciones.

La firma en el Missouri vino precedida de un ensayo para la aniquilación de la humanidad. El 6 de agosto de 1945, el Enola Gay arrojó la bomba atómica Little Boy (4.440 kilos de uranio) sobre Hiroshima (140.000 muertos). Una idea aproximada del fin del mundo se reflejó sobre el inmenso y rugoso hongo de humo que produjo la explosión. El día 9 cayó un segundo apocalipsis de plutonio sobre Nagasaki. El 15 de agosto el emperador Hirohito descendía de su esfera divina para anunciar con voz de hombre mortal –los japoneses la escucharon por primera vez– que el imperio nipón se rendía y quedaba reducido a cuatro únicas islas metropolitanas.

La estampa en el Missouri ilustró lo que la guerra había evidenciado como choque de mentalidades más allá de la colosal destrucción. El general McArthur mostró sus maneras informales frente al hieratismo de los japoneses. Mamoru Shigemitsu, ministro de Exteriores de Japón en uniforme de gala, dejó su sombrero de copa negro en un punto de la mesa para estampar su firma en caracteres kanji. Desde el principio se había opuesto al belicismo fanático de la cúpula militar. Su jefe del Estado Mayor, Yoshijiro Umezu, presente también en la escena, sí se había mostrado partidario de continuar la guerra.

Una última relectura de la IIGM aborda las circunstancias que llevaron a Japón a la rendición. No fue tanto por un deseo de acabar la guerra cuanto antes por parte de los americanos. Ni tampoco fueron las dos bombas atómicas la causa última a fin de llevar la delantera a los soviéticos en la carrera por la destrucción. Sugiere Olivier Wieviorka en Historia total de la Segunda Guerra Mundial (Crítica), que la capitulación nipona obedeció a la amenaza de una fulminante invasión soviética que ya se cernía al norte sobre Hokaido. Los japoneses prefirieron la ocupación estadounidense a la soviética.

China ha sido durante años la olvidada puerta de atrás en la terrible guerra del Pacífico. Desde 1937, la lucha contra el invasor japonés había arrojado un fardo de entre 15 y 20 millones de muertos (treinta veces más que todas las bajas de los Estados Unidos en toda la IIGM y sólo inferior a los 26 millones de muertos que puso en depósito la URSS). No obstante, la guerra siguió llamando a la guerra en China. Las tropas nacionalistas de Chiang Kai-shek y la formidable milicia comunista de Mao Zedong volvieron al enfrentamiento civil que había interrumpido la invasión nipona.

El conflicto chino (1945-1949) acabó con la victoria comunista. Chiang Kai-shek se refugió en Taiwán, hoy por hoy una de las espitas que amenaza la paz mundial. Comenzaba la era de la República Popular China y el culto sin fisuras a Mao Zedong. El presidente Xi Jinping ha presidido ahora los fastos militares por el 80º aniversario del fin de la IIGM. La narrativa nacionalista china ha empequeñecido el papel estadounidense en favor propio y de Rusia. Las autocracias ponen la historia a su servicio. Para el nacionalismo chino el Missouri es hoy no más que un olvidado derrelicto.

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