Tribuna

Mar González Vida

Psicoterapeuta y psicopedagoga

El mal estrés

Lo que se le está pidiendo al organismo supera su resistencia o su capacidad, a raíz de esto el organismo empieza a mostrar señales de agotamiento físico y psicológico. Hablamos entonces del “distress” o “mal estrés”.

El mal estrés

El mal estrés / Rafa del Barrio

Primeras semanas de julio, el verano ya ha dejado claro que este año no piensa andarse con chiquitas. Durante estas primeras semanas vamos preparándonos para las vacaciones aunque el ritmo de trabajo, en la mayoría de los casos, no cede al calor.

Los fines de semana se convierten en el anticipo de lo que va a ser agosto. El gazpacho y la tortilla de patatas, las chanclas, el Tour de fondo en la televisión, la pequeña cabezadita bajo el ventilador y, de repente, despiertas sobresaltada y sin ni siquiera poder abrir los ojos le preguntas a la persona de al lado: ¿Dónde estoy? ¿Me tengo que ir a trabajar? Te responde que no, que estás en tu día de descanso y vuelves a dormirte sin tener muy claro ni dónde estás ni si tienes que trabajar.

Cuando despiertas comienzas a reflexionar sobre ese lapsus siestero y te das cuenta de que ni en verano consigues desconectar de tu responsabilidad laboral. Echas la vista atrás y comienzas a recapitular. Las vacaciones de Navidad, estresadas; la cuesta de enero, agobiante; semana santa, que no llega y cuando llega es lluviosa y te corta los planes; con la alergia primaveral, el sueño se hace el jefe de tu vida; cuando llega junio no puedes más pero piensas "bueno solo son dos meses más" pero entonces llega Julio, el mes en el que una semana tiene catorce días y es en una de esas semanas eternas, dónde el estrés te despierta de una siesta placentera recordándote como el día a día lleva meses asfixiandote sin apenas dejarte descansar.

Llevo años intentando entender en qué momento el sistema de vida que mantenemos le da más espacio a la producción material que al descanso y al cuidado personal. Nunca he entendido, ni lo haré, por qué si una semana tiene siete días sólo se descansan dos, en vez de 3 y medio, Sería lo lógico, ¿No? Mitad y mitad. ¿En qué momento hemos dejado de ser más importantes las personas que nuestros trabajos? ¿Cómo hemos podido organizar el cotarro de una forma tan poco respetuosa hacia nuestro bienestar? Desde luego que los que sacan tajada de este sistema de trabajo han hilado bien fino.

Antes, cuando tenía un trabajo por cuenta ajena, hacía responsable de este abuso a mis jefes. Desde que soy autónoma el cuento me ha cambiado, mi jefa soy yo, y aún así, trabajo el doble y resulta bastante difícil no pensar en el trabajo en los ratos de ocio. Esto me ha hecho darme cuenta de que los jefes no son los que te contratan ni los clientes que buscan tus servicios. No, esos son una pieza más, igual que tú. Nuestro jefe es el dinero y un sistema económico que ha sido creado por personas; personas como tú y como yo. Cuando esto ocurre las personas pasamos a un segundo plano dándole prioridad a la productividad, sin tomar conciencia del precio tan grande que esto supone.

Para Hans Selye, el estrés es “la respuesta no específica del organismo a toda demanda que se le haga”. Cuando el organismo es incapaz de adaptarse a su contexto es porque se esperan de él respuestas demasiado intensas o prolongadas y, por lo tanto, lo que se le está pidiendo al organismo supera su resistencia o su capacidad, a raíz de esto el organismo empieza a mostrar señales de agotamiento físico y/o psicológico. Hablamos entonces del “distress” o “mal estrés”.

¿Qué pasará cuando este mal estrés sea la consecuencia directa de un estilo de vida determinado? ¿Qué pasará cuando más de la mitad de la población necesite medicación para poder enfrentar su día a día? ¿Qué pasará cuando…..? ¡Ah! No, que ya está pasando. La verdadera pregunta es ¿Qué más tiene que pasar para que empecemos a cuidar nuestro bienestar físico y emocional? ¿Qué más tiene que pasar para que dejemos de dar valor a la productividad por encima de las personas? ¿No deberíamos haber aprendido, a estas alturas, que tenemos que cuidarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno natural por encima de todo? ¿Por qué seguimos exigiéndonos más de lo que podemos dar? Para ser productivos.

Esta semana ha muerto un hombre por el simple hecho de hacer su trabajo. Porque si no cumplía con sus horarios y los objetivos propuestos posiblemente no le renovasen su contrato, independientemente de que sus horarios y sus objetivos no tuvieran en cuenta que a 40º no se puede trabajar bajo el sol. Él no pudo, ni supo, decir: "basta, así no". Ojalá llegue un día en que sepamos poner límites a la productividad y respetar a las personas.

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