La tribuna
Al final del camino
Tribuna de opinión
El Cambio Climático ha dejado de ser algo vago que sucederá en cincuenta o cien años, para pasar a ser algo tangible que nos afecta a todos y de lo que todos somos conscientes. Tras el año más cálido a nivel global desde que hay registros, este 2023 nos ha traído una sequía devastadora y temperaturas veraniegas antes de que llegara siquiera la primavera. Altas temperaturas y falta de lluvias que están provocando estragos en la agricultura, ganadería y también en nuestro entorno natural donde miles de encinas han muerto. Además de centenares de incendios por todo el país. Y aún queda por delante un seco y tórrido verano que parece ha comenzado ya y terminará con suerte a finales de octubre.
El panorama climático no es muy alentador y las emisiones de gases de efecto invernadero, en lugar de disminuir, siguen aumentando. Desde la ONU y la UE nos instan a renaturalizar y peatonalizar las ciudades para luchar contra la contaminación y las altas temperaturas, es decir para hacerlas más resilientes al Cambio Climático. Nos dicen que hay que hacerlas más verdes, frescas, peatonales, ciclistas, con corredores ecológicos que conecten el interior de la ciudad con la naturaleza que la rodea. Ciudades como Vitoria, París, Berlín, Barcelona, Valencia y otras muchas en todo el mundo ya lo están haciendo.
Nuestra ciudad, situada al Sur del Sur de Europa, es una de las urbes españolas donde las temperaturas están sufriendo un mayor incremento debido al Cambio Climático y al efecto isla de calor. Además, es también la tercera ciudad más contaminada de España y no podemos culpar a las industrias, porque no existen. El intenso tráfico en Granada y su área metropolitana es el único responsable. ¿Se están tomando medidas adecuadas para revertir esta situación? Parece que no.
La Junta ha retomado los proyectos para construir tres VAUS (Vías de aglomeración urbana) para comunicar los distintos municipios de la Vega y también pretende duplicar la Carretera de la Sierra entre los túneles del Serrallo y Cenes de la Vega. Estas nuevas vías incrementarán el tráfico privado y por tanto la contaminación. Además, el negro asfalto que sustituirá a terrenos agrícolas, absorberá la radiación calórica y aumentará la temperatura de la ya recalentada área metropolitana, eliminando el frescor producido por los cultivos y también su biodiversidad. Si queremos una ciudad y su área metropolitana más habitables hay que apostar, no por construir más carreteras por las que circulen más coches, sino por un transporte público no contaminante y por carriles bicis y peatonales bien sombreados que conecten todos los pueblos del área metropolitana entre sí y con la ciudad de Granada.
Pero en Granada hay pocos carriles bici (según la OCU, una bicicleta dibujada en el suelo con una señal de limitación a 30km/h, no es un carril bici y no es seguro circular por él) y los que existen no llevan a ningún sitio, pues carecen de continuidad. Algunos pueblos de la Vega han construido carriles bici, pero como los de la ciudad, no tienen continuidad y casi todos están faltos de árboles que los sombreen. Sería necesario tener una política común de movilidad ciclista entre todos los municipios que forman la conurbación de Granada y diseñar una red de carriles bicis y senderos peatonales que fueran también corredores verdes con abundantes árboles y arbustos. Estos carriles y senderos, además de rebajar las temperaturas, aumentarían la biodiversidad y permitirían a la ciudadanía prescindir en muchas ocasiones del coche y recorrer de forma segura las cortas distancias que separan los distintos pueblos entre sí y con la ciudad, reduciendo así la contaminación.
Si queremos invertir en obra pública, hagámoslo, pero en infraestructuras que mitiguen los efectos del calentamiento global, no que los intensifiquen. Y hagámoslo bien. Empleemos el dinero público y los Fondos europeos en realizar obras e infraestructuras que hagan más verde y saludable la ciudad, no más cómoda para el uso del coche privado.
El eje Arabial-Palencia es un ejemplo reciente de cómo se siguen haciendo proyectos urbanísticos opuestos a las nuevas corrientes urbanísticas europeas. Más de cuatro km. de calles renovadas que podrían haber sido una extensa arteria verde, con una línea continua de vegetación en cada acera, con gran número de árboles, arbustos y plantas herbáceas que dieran sombra y frescor y, además, favorecieran la biodiversidad. Sin embargo, tras tres años de obras, tenemos cuatro km. de asfalto con mucho espacio para los coches, sin carriles bicis y con muy poco espacio para el arbolado y los peatones. Y la calle Rector Pérez Argüeta, si no se remedia, será otro ejemplo. En breve comenzará su remodelación con Fondos europeos y, según el proyecto, en sus 280 metros de longitud solo se plantarán 33 árboles, más o menos los mismos que existen en la calle Tablas, que tiene la mitad de longitud. Además de escasos, los árboles van en pequeños alcorques, sin espacio para arbustos y, claro está, no lleva carril bici.
Es cierto que el bosque de la Alhambra es un perfecto pulmón verde, que algunos parques y calles están bien arbolados, que los terrenos agrícolas de la Vega están en las puertas de la ciudad y sus pueblos. Pero, a pesar de todo esto, la ciudad está cubierta casi todo el año de una gruesa capa de contaminantes y en verano se transforma en un horno, haciendo casi imposible la vida fuera de los espacios climatizados. Necesitamos con urgencia revertir esta situación, necesitamos menos coches y más zonas peatonales. Necesitamos más árboles, arbustos y zonas verdes que reduzcan el efecto isla de calor.
Y hay mucho sitio donde plantar los árboles. Si utilizamos Google maps y observamos Granada y los pueblos que la rodean nos damos cuenta de que en la mayoría de las urbanizaciones que se han levantado en los últimos 40 años no existe arbolado callejero ni tampoco zonas verdes. ¿Por qué? La ley obliga a los promotores a dejar un espacio como zona verde proporcional a la superficie urbanizada para viviendas o polígonos industriales que, al finalizar las obras, recepcionarán y mantendrán los Ayuntamientos en cuyos términos se ubican. ¿Dónde están los espacios verdes que corresponden a los miles y miles de casas y a las decenas de polígonos construidos durante años en terrenos de Granada y su área metropolitana? En algunos sitios no existen, en otros están cubiertos de pavimentos u hormigón o añadidos a calles que son inusualmente anchas, ya que para los promotores urbanísticos es más barato cubrir de hormigón un espacio o hacer más ancha una calle que construir un parque. Y para los Ayuntamientos es más caro el mantenimiento de una zona verde que el de una calle o un espacio hormigonado. Estas actuaciones, probablemente ilegales, fruto de la especulación y corrupción urbanística, aún persisten y los técnicos y políticos de muchos municipios son los responsables de ello. Y los ciudadanos las víctimas pues hemos sido privados de las zonas verdes a las que por ley tenemos derecho.
Además, existen multitud de calles en Granada, fuera del centro histórico, que carecen totalmente de árboles: Emperatriz Eugenia, todas las perpendiculares a Pedro Antonio de Alarcón, la ribera del Monachil, calles del Zaidín… Imposible poner aquí todas las calles o avenidas necesitadas de arbolado. Y también hay que reverdecer el centro histórico, plantando pequeños árboles en aquellos lugares que lo permitan, colocando jardineras o pérgolas, como ya se está haciendo en algunas plazas. Y si alguna vez se soterran las vías del tren, ese espacio liberado debería ser un gran bosque urbano.
Y la renaturalización debe llegar también a nuestros ríos Genil, Monachil, Dílar y Beiro, arroyos encajonados entre muros de hormigón que deben transformarse en corredores verdes y azules que conecten el centro de la ciudad con su periferia. Por desgracia, el año pasado perdimos la oportunidad de obtener Fondos Next Generation para renaturalizar el río Genil a su paso por la ciudad, ya que el “fantástico” proyecto de renaturalización presentado por el Ayuntamiento no fue seleccionado.
Y qué decir de los miles de m2 de plásticos existentes en la ciudad y su área metropolitana, donde el césped artificial va ganando terreno y serpentea desde el PTS hasta Albolote, entre las vías del metro y su periferia, sin que a nadie parezca importar. Toneladas de plástico extendidas por un espacio que debería estar ocupado por adoquines, como en la mayor parte de las ciudades del mundo. Es cierto que Vitoria, Sevilla, o Zaragoza tienen tramos del recorrido de sus metros o tranvías cubiertos de césped natural, pero con nuestro clima no es sostenible. ¿Por qué poner entonces, una imitación, un falso césped que se degrada y produce microplásticos que contaminan el suelo, el aire y el agua y que habrá que cambiar cada diez años produciendo toneladas de residuos plásticos cuyo reciclaje, por ahora, es imposible?
Pero el plástico no se reduce al entorno del metro, sino que cada día se impone en más espacios urbanos que antes estaban ocupados por plantas tanto en Granada como en su área metropolitana. Rotondas, medianas, parterres y alcorques están cubiertos de plástico ya que según los técnicos municipales es más barato de mantener, queda bonito y, al fin y al cabo, es "verde". Pero no produce oxígeno, ni absorbe CO2, contaminantes y ruidos, no refresca el ambiente, ni aumenta la biodiversidad, ni produce bienestar físico y mental a los residentes. Quitar las plantas para poner plástico es un grave atentado contra nuestra salud y nuestro medio ambiente que, en las condiciones climáticas actuales, debería estar penado por la ley.
Como también debería ser delito el talar los árboles sin razón alguna, como los que cortaron a mediados de marzo junto al carril bici que discurre paralelo a la circunvalación o en diferentes obras de remodelación de calles o plazas. El podarlos salvajemente, desmocharlos, dejarlos como chupachups, sin apenas copa y debilitados en algunos países ya es delito.
Y necesitamos plantar más árboles también en las afueras de la ciudad, en espacios degradados por los incendios como el Parque Periurbano o los montes de la Abadía del Sacromonte. Pero tenemos que plantarlos en otoño y, con las escasas lluvias, hay que regarlos, al menos los dos o tres primeros años, y protegerlos de los herbívoros que hambrientos, sin nada que comer a causa de la sequía, devoran los arbolitos puestos. Hoy día, plantar un árbol en el monte es muy fácil y hacerse la foto diciendo que se han plantado miles de árboles, también. Que sobrevivan sin agua, sin riego durante el verano, muy difícil, por no decir imposible.
La UE ya ha impuesto multas a Madrid y Barcelona por no bajar sus niveles de contaminación, por no proteger a sus ciudadanos de los efectos dañinos de los contaminantes. A este paso, la próxima ciudad en ser multada será Granada. Hemos de ser conscientes de que la contaminación daña nuestra salud, nos mata y, además, contribuye a que las temperaturas sean más altas. Todos, ciudadanos, técnicos y políticos tenemos que concienciarnos de que es urgente cambiar el modelo de nuestra ciudad. La transformación y renaturalización de Granada y su área metropolitana debe comenzar AHORA y con las elecciones a la vuelta de la esquina, los ciudadanos tenemos la responsabilidad de escoger con nuestro voto el tipo de ciudad que deseamos.
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