En los últimos días, el caso de la niña fallecida tras recibir sedación intravenosa en una clínica dental ha generado una comprensible alarma social. Como odontólogo, siento profundamente lo ocurrido y, sobre todo, quiero transmitir un mensaje fundamental: acudir al dentista sigue siendo seguro. La inmensa mayoría de los tratamientos se realizan con anestesia local, los típicos pinchacitos que nos dan en el dentista, una técnica con un perfil de seguridad extraordinariamente alto y utilizada a diario sin incidentes en miles de consultas.
La sedación intravenosa, por su parte, no es habitual en odontología. Se reserva únicamente para situaciones muy concretas, como pacientes con fobia severa o pacientes no cooperativos. Para realizarla se exige trabajar en centros autorizados, con profesionales específicamente cualificados, monitorización continua, equipamiento de emergencia y protocolos estrictos. No es, en absoluto, una práctica rutinaria en nuestra profesión ni que todas las clínicas ofrezcan.
En el caso que investiga la justicia, se ha hecho público que la niña recibió sedación en un centro que —según las autoridades— no estaba autorizado para ello. También trascendió que otra menor resultó afectada ese mismo día, por lo que se estudia si pudo existir un problema con el lote del medicamento empleado. Aun así, es importante insistir en que todavía no sabemos qué ocurrió. Existe una investigación sanitaria y judicial en marcha y, hasta que no se publiquen los resultados, solo pueden plantearse hipótesis.
SEDAR
En este sentido, la Sociedad Española de Anestesiología y Reanimación (SEDAR) ha pedido “prudencia, respeto y responsabilidad institucional”, recordando que por ahora se desconocen los datos clínicos y las circunstancias exactas del suceso. Entre las posibilidades que se barajan figuran una reacción adversa, una sobredosificación —especialmente delicada en niños, cuyos márgenes de seguridad son más estrechos—, un fallo en la monitorización, un error humano, un problema con el medicamento o una vigilancia post-sedación insuficiente. Pero ninguna de estas opciones puede darse por válida sin una investigación concluyente.
Conviene recordar qué exige la normativa para aplicar sedación intravenosa en odontología: autorización sanitaria específica, presencia de un anestesiólogo o un profesional con formación avanzada, monitorización completa, carro de emergencias con desfibrilador y un área de recuperación vigilada. Si falta alguno de estos elementos, el procedimiento sencillamente no debe realizarse.
Es lógico que un suceso tan trágico genere preocupación, pero también es necesario poner las cosas en perspectiva: hablamos de episodios extremadamente raros en un ámbito sanitario que, día tras día, funciona con seguridad, control y profesionalidad. Mi mensaje a las familias es claro: mantengan la calma y acudan siempre a clínicas de confianza y profesionales autorizados y colegiados. Lo responsable ahora es esperar los resultados de la investigación para comprender qué ocurrió, aprender de ello y seguir cuidando las sonrisas de nuestros pacientes con la tranquilidad y la confianza que merecen.