Tribuna

Fernando Ontañón

Escritor

El viejo mundo de los libros

En 'Ex Libris', Anne Fadiman describe con brillante desenfado literario ese viejo mundo de los amantes de los libros, donde vida y literatura llegan a confundirse

El viejo mundo de los libros El viejo mundo de los libros

El viejo mundo de los libros / rosell

En Segovia, frente al paisaje de piedra del acueducto, una librería-café llamada Intempestivos resiste estoicamente al desinterés, cuando no al desprecio cada vez menos disimulado de nuestra sociedad hacia la cultura y el pensamiento crítico. Hay otras, una pequeña legión de librerías independientes, reductos de un mundo en vías de extinción, que perseveran e incluso afloran todavía en muchas ciudades españolas como un símbolo de rebeldía ante el uniforme devenir de los tiempos: esa orweliana (Feijóo me perdone) pantalla que nos han implantado en las manos y que nos surte de contenidos tan personalizados que pronto nos será imposible entender nada que se salga de nuestra limitada forma de ver la vida. Unas anteojeras tecnológicas que estrechan nuestra mirada creándonos la paradójica ilusión de poder abarcar el mundo con los pulgares.

Hablo de Intempestivos porque fue allí donde Judith, la librera, me recomendó, allá por 2019, un libro de Anne Fadiman, titulado: Ex Libris. Confesiones de una lectora (Alfabeto). Como nos ocurre tantas veces a los lectores, esos elefantes de librería, que diría Félix Romeo, mi ejemplar de Ex Libris pasó enseguida a engrosar los rimeros de libros por leer que crecen y se expanden asilvestrados por el salón de mi casa. Debo reconocer que, durante una buena temporada, llegué incluso a perderlo de vista, olvidarme completamente de su existencia. Sin embargo, hace poco, una mudanza me obligó a reunir todos esos versos sueltos que escapan al orden alfabético de la biblioteca y así apareció de nuevo ante mis ojos, al desembalar una de tantas cajas. Es parte del juego, de las reglas no escritas del mundo de los libros, no todos podrán leerse, de algunos te bastarán tan solo unas páginas para desecharlos, con otros buscarás el momento propicio para leerlos, que tendrá más que ver con tu estado de ánimo que con el tema o el tono de la novela; lo que un día te pareció difícil o tedioso, quizá inconsecuente, meses o años después, te sorprenderá por su frescura y agudeza. Hay libros fetiche a los que vuelves una y otra vez, del mismo modo que hay canciones que escuchas en bucle cuando necesitas empaparte de esa energía, de esa perspectiva mental desde la que observar el mundo. Hay libros que guardan la memoria de una época de tu vida; Crimen y Castigo son las tardes de playa de aquel último verano de mi adolescencia; El Jinete Polaco es el perplejo descubrimiento de mi vocación literaria cuando todavía no había cumplido los veinte; Mañana en la batalla, piensa en mí y Sostiene Pereira son mis años de estudiante en Segovia, el ímpetu de aquella primera independencia, mis viejos compañeros con su juventud intacta en mi recuerdo; El libro de las ilusiones o El hijo del acordeonista me trasportan, solo con nombrarlos, a la infancia de mis hijos sin necesidad de abrir ningún álbum de fotografías; y Los diarios de Adán y Eva son la maravilla de estos últimos años, la novelesca fortuna de haber conocido a M. una mañana de diciembre de hace seis años, precisamente, en una de esas pequeñas librerías de las que veníamos hablando, Berbiriana, en la Ciudad Vieja de La Coruña. Hay libros que necesitas comprar el mismo día de su publicación y otros que guardarás para más adelante, autores que te atraen desde el primer momento, y por cosas tan tontas como su fotografía en la solapa de la cubierta o ciertos detalles de su biografía, y otros a los que te resistirás siempre con un empecinamiento absurdo, marca de la casa de tu idiosincrasia lectora.

Mi intempestiva lectura de Ex Libris ha agitado todos estos recuerdos librescos y me ha regalado palabras, historias y anécdotas de la intimidad de la autora con sus libros con las que me he sentido profunda y divertidamente identificado. Anne Fadiman describe con brillante desenfado literario ese viejo mundo de los amantes de los libros, donde vida y literatura llegan a confundirse o nada son la una sin la otra, donde cada momento excepcional, cada viaje, cada relación sentimental tienen su propia novela, donde las librerías son lugares de peregrinaje y donde tanto el amor como el duelo obtienen plena satisfacción y consuelo a través de las palabras leídas o escritas. Un mundo de tinta y papel que a muchos nos ha salvado la vida y cuyo futuro parece cada vez más incierto.

Pero, mientras tanto, no he podido evitar escribir a la editorial Alfabeto para preguntar por otros libros de Fadiman traducidos al español, ya que me ha parecido una escritora fabulosa. El silencio por respuesta no puede ser buena señal.

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