Vida sencilla en Agrón

La granada del siglo XXI

El pueblo, que tiene apenas trescientos habitantes censados, es un lugar ideal para practicar deportes en la naturaleza

La iglesia parroquial del municipio.
La iglesia parroquial del municipio.
Rebeca Alcántara

28 de diciembre 2010 - 05:01

Son pocas calles, hay poco ruido y poco tránsito, ni de coches ni de personas, y es que con apenas trescientos habitantes censados, que además menguan si se cuenta sólo a aquellos que viven allí de forma habitual, Agrón, un municipio del Poniente Granadino levantado sobre el pequeño cerro de Ventas de Huelma, es uno de esos rincones que parecen ver el mundo pasar desde lejos, a pesar de estar situado a poco más de 30 kilómetros de la capital granadina.

El paisaje de tierras áridas y llanas características de esta comarca puede observarse desde muchos puntos del pueblo. Su entorno lo convierte en un lugar ideal para la práctica de deportes de contacto con la naturaleza como el senderismo, el ciclismo o los paseos a caballo. Para los agroneños es habitual salir a pasear por los alrededores de la localidad, disfrutar de la tranquilidad y la seguridad que les ofrece vivir en un lugar donde todos son casi como una familia, en el que todos se conocen realmente.

Y es precisamente ese sosiego lo que destacan la mayoría de sus habitantes. Trini y Anita recuerdan, no sin cierta nostalgia, los tiempos en los que las calles estaban llenas de niños y la vida de Agrón era otra cosa. Camino de la compra diaria, a la entrada del pueblo, señalan el colegio que aún continúa abierto. "Apenas quedan niños ya, yo sola tenía más hijos que los quedan ahora en las aulas", apunta con ironía refiriéndose a la decena de pequeños que comparten juegos en el patio. No obstante aseguran que aunque son pocos, su calidad de vida es seguramente mayor que la de la mayoría.

Pero claro eso no es más que una muestra de la huida de los jóvenes del pueblo, uno de los problemas que afecta al municipio y que preocupa a los agroneños. Anita lo confirma, "aquí no hay mucho trabajo, el campo y poco más y la gente se va yendo". Desde los años sesenta la población empezó a bajar de los mil habitantes, hasta ahora.

No obstante el verano reanima el municipio, las fiestas de agosto que conservan las tradiciones locales provocan que la población se multiplique. Los antiguos habitantes que aún conservan sus casas allí regresan a pasar las vacaciones con la familia y los amigos de siempre y los vecinos de los pueblos cercanos también se desplazan hasta Agrón para divertirse durante las fiestas, en ese aún habitual periplo fiestero que comienza en julio y finaliza en septiembre a través de los pueblos cercanos a cada uno.

Curiosamente, y a pesar de su tamaño, su pequeño casco urbano cuenta con una de las estructuras más originales de los contornos, que siempre ha llamado la atención de los geógrafos.

La economía de la localidad se basa en la agricultura. Hay vecinos que van y vienen mientras trabajan en otros municipios cercanos y hay una pequeña actividad en el comercio y la construcción. Los vecinos afirman que no necesitan trasladarse para responder a las necesidades básicas, aunque sí tienen que optar por salir para poder acceder a determinados servicios.

Lo cierto es que entre los vecinos mayores, la mayoría no cambia sus reuniones en la plaza, ni sus paseos vespertinos por ningún lugar con más casas, aunque todos coinciden en que la reactivación de la localidad debe ser una prioridad para continuar avanzando.

De origen musulmán Agrón, desconocido por muchos, ofrece al visitante la posibilidad de descubrir el sabor de un auténtico pueblo en el que aún están abiertas las puertas de muchas casas y en el que las mujeres barren con primor su tranco cada mañana mientras charlan con la vecina de al lado.

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