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Un chapuzón en tierra firme

  • El acuario de Almuñecar, el más grande de España y uno de los mayores de Europa, ofrece a los visitantes la posibilidad de introducirse en los fondos marinos sin necesidad de tocar el agua

Elegantes caballitos de mar, morenas que se esconden entre las rocas, águilas marinas o incluso tiburones. Podrían formar parte de un paseo bajo el mar de un experimentado submarinista. Pero lo cierto es que se puede disfrutar de este bello espectáculo sin mojarse ni los pies. Para los que no poseen la formación necesaria para bucear, no se atreven a sumergirse en las profundidades marinas o quieran introducirse en el apasionante mundo que existe bajo el mar, pero pisando tierra firme, la solución es visitar un acuario. El de Almuñécar, forma parte de la oferta de ocio de la Costa Tropical. Un interesante plan para cualquier día del año que promete no dejar indiferente a sus visitantes.

Una vez pasada la tupida cortina de la entrada se deja atrás el mundo exterior para sumergirse en otro provisto de buenas sensaciones, habitado por seres vivos. El sonido de las olas hace su función de ambientación en un escenario tenue, en el que los peces pueden 'respirar' tranquilos. Ese clima sosegado en el que se ven especies aleteando despacio por el agua se fomenta con el sonido de una música new-age muy adecuada para repeler el estrés de público y moradores.

La visita se inicia en el primer nivel, donde se explica la relación entre la evolución y la complejidad de las especies. "Desde que se originan las primeras formas de vida hasta los organismos de la actualidad, las diferentes especies han dado un gran salto en la evolución", explica el director técnico de Aquarium Almuñécar, Óscar Jiménez.

Los invertebrados fueron los primeros en el orden evolutivo y así se refleja en los acuarios que conforman 'pantallas' de diversos tamaños y volúmenes. Sencillas medusas de acompasado movimiento, supervivientes de la vida de hace unos 600 millones de años, gusanos tubícolas y, ya más avanzados, sepias y pulpos de movimientos increíbles que, según Jiménez, son muy inteligentes, ya que "son capaces de abrir las tapaderas de los tubos cerrados en los que depositan la comida sus cuidadores".

Los invertebrados sésiles parecen inmóviles en el fondo de otro acuario, por delante del que algunos pasan de manera apresurada, sin duda, por las ganas de tener enfrente a los imponentes tiburones. El guía recomienda tomarse el tiempo necesario para disfrutar de las ventanas que ofrecen imágenes cambiantes a cada segundo.

A continuación, le toca el turno a aplanadas rayas, así como a crípticos caballitos de mar, que constituyen formas de vida más complejas. Las rayas, peces cartilaginosos de la familia de los tiburones, se camuflan en los fondos arenosos o se entierran en ellos, mientras que algunas pastinacas se asoman a la superficie con curiosidad. Llama la atención, al igual que los lenguados, la modificación de la posición de sus ojos para adaptarse a la forma plana que su vida bentónica requiere. Las estrellas de mar rojas ponen la nota de color.

Un inmenso tanque en el que los peces nadan a compás, sirve de intercesión para pasar al segundo nivel. En éste se muestra la flora y fauna de los ecosistemas marinos del entorno más próximo. Se abre una ventana al mar desde las pozas intermareales, bajando hacia la profundidad por los ambientes de arena y rocas, hasta llegar a la zona más profunda, donde viven gran parte de las especies de interés comercial.

Por fin, la guinda la pone el inmenso oceanario, poblado por numerosas especies, que simula una inmersión en mar abierto, rodeándose de musolas, águilas marinas, entre otros, aunque las estrellas indiscutibles son los tiburones toro.

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