Investigación traslacional, del laboratorio a la cama del paciente
Jornadas ‘Mujeres liderando nuevos retos en las estrategias para el progreso en la salud’
Expertas llaman a integrar la actividad investigadora y asistencial, contar con las prioridades de los pacientes y corregir sesgos de género
Uno de cada tres grupos en Andalucía está liderado por mujeres
Reportaje gráfico con todas las imágenes de la jornada.
Consolidar la investigación como parte de la asistencia, acelerar la traslación al paciente y corregir los sesgos de género en todo el ciclo científico son tres de los mensajes que sobrevolaron en las jornadas ‘Mujeres liderando nuevos retos en las estrategias para el progreso en la salud’, organizadas en sevilla el pasado miércoles por Grupo Joly y la Fundación Progreso y Salud.
En la apertura, la secretaria general de Salud Pública e I+D+i en Salud, Áurea Morillo, subrayó que “en Andalucía, más de la mitad de quienes investigan en salud son mujeres y una de cada tres lidera ya un grupo. No se trata solo de cifras, sino de un cambio cultural: cuando las mujeres lideran, cambian las preguntas y mejoran los resultados”.
La mesa ‘Investigar para curar: el propósito de la investigación en Andalucía’, contó con la participación de Inés Pineda, investigadora de la Fundación Progreso y Salud en el Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa (Cabimer); María José Sánchez, directora científica del ibs.GRANADA (Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada); Nieves Romero, gerente del Hospital Universitario Virgen del Rocío; y Ana Laura Ortega, oncóloga y responsable de ensayos clínicos e investigación en Oncología Médica, Hospital Universitario de Jaén.
Pineda situó la traslación como un reto colectivo aludiendo a que “a menudo falta un entorno facilitador para la investigación traslacional. Necesitamos un tejido que nos acompañe para identificar posibilidades clínicas de lo que hacemos en el laboratorio, incluso cuando nosotros mismos aún no las vemos”.
Desde la óptica de la salud pública, María José Sánchez pidió reequilibrar la inversión hacia la prevención primaria. “La OMS estima que hasta el 40% de los casos de cáncer se pueden prevenir con estilos de vida saludables. Sabemos diagnosticar y tratar mejor que nunca, pero invertimos poco en investigar las causas. Hay que dar un salto cualitativo en prevención”, explicó. Así, puso en valor el Código Europeo contra el Cáncer y grandes cohortes, como EPIC o la española IMPaCT. “No son un fin en sí mismo, sino la plataforma que permite a muchas disciplinas avanzar a la vez y tomar decisiones de salud pública con base poblacional”.
Por su parte, la gerente del Virgen del Rocío, Nieves Romero, defendió el valor organizativo de la investigación. En su opinión, “la evidencia muestra que los centros que investigan y hacen docencia obtienen mejores resultados en salud y reducen mortalidad. Con alta presión asistencial, proteger tiempo, itinerarios profesionales y reconocimiento curricular a la investigación no es un lujo: es un requisito para mejorar la asistencia”. Así, citó un ejemplo reciente de revisión de práctica. “Hemos revaluado el uso de betabloqueantes tras el infarto en pacientes sin insuficiencia cardiaca. Detectamos efectos adversos —con especial impacto en mujeres— sin ganancia clara en supervivencia. Ese cambio no habría sido posible sin investigación pública”.
En oncología, Ana Laura Ortega rechazó la dicotomía entre investigación y clínica. “La investigación no es un extra, es asistencia. En pocas décadas la supervivencia en muchos tumores ha pasado de menos del 40% a cerca del 70%, y podemos superar el 80% si mantenemos el impulso. Los ensayos clínicos son el puente que trae esa mejora a la consulta”, afirmó.
El sesgo de género histórico en la evidencia científica fue otro eje de consenso. Inés Pineda ejemplificó con algunas claves en la investigación sobre salud cardiovascular en mujeres. “La enfermedad cardiovascular es la primera causa de muerte en ambos sexos, pero gran parte del conocimiento se generó con hombres o modelos macho. Buscamos firmas biológicas, especialmente en menopausia, que permitan predecir riesgo y orientar prevención y asistencia específicas para mujeres”.
Nieves Romero, como cardióloga, insistió en que la clínica confirma esas diferencias. “Las mujeres debutan diferente, se diagnostican más tarde y muchas decisiones provienen de ensayos de los 80 y 90 con poblaciones mayoritariamente masculinas”, añadió.
En cáncer, María José Sánchez pidió introducir la variable sexo “desde el diseño hasta la difusión de resultados”, mientras Ana Laura Ortega ejemplificó el patrón con el cáncer de pulmón. “Varias investigadoras andaluzas trabajamos en un proyecto europeo sobre cáncer de pulmón microcítico en mujeres para caracterizar mejor esa realidad y mejorar resultados”.
La última parada fue para los techos de cristal. Pineda describió órganos de decisión aún masculinizados y animó a “sentarse en la mesa donde se decide”. Sánchez ofreció la radiografía del ibs.GRANADA: casi 60% de mujeres en la base, pero solo un 25% en el nivel senior. Romero aludió a una mayoría femenina en las aulas de Medicina, pero minoría en jefaturas y puestos directivos.
La voz del paciente
La segunda mesa de la jornada estuvo moderada por Gloria Carmona, coordinadora científica de la Red Andaluza de Diseño y Traslación de Terapias Avanzadas, que compartió los avances piel artificial que se está utilizando en el Hospital Universitario Virgen del Rocío, para tratar grandes quemados, con afectación de un porcentaje muy alto de superficie corporal; un cuadro clínico con una mortalidad históricamente elevada. “Hemos llevado el proyecto desde la investigación básica hasta el paciente. Es un producto desarrollado dentro de nuestro sistema sanitario, que ya está en los pacientes”, explicó.
La sesión contó con el conmovedor testimonio de Claudia López, representante de la Asociación de ENACH (Enfermedades Neurodegenerativas por Acumulación Cerebral de Hierro), entidad que promueve junto a la Fundación Progreso y Salud, un proyecto de investigación para el desarrollo de terapia génica para varias patologías. “En general, los avances fruto de la investigación han tenido un impacto enorme; he recuperado habilidades que prácticamente había perdido, lo que me permite llevar una vida casi plena. Además, la investigación en marcha me está ayudando a identificar fármacos nocivos para mi enfermedad”.
Durante el coloquio, Gema Esteban, médica de familia e investigadora de Atención Primaria en el Distrito Sanitario Almería y coordinadora del equipo multidisciplinar del síndrome de Wolfram, afirmó que “durante años se pensó que la innovación nacía solo en grandes hospitales y laboratorios; pero el motor más fuerte para investigar es el compromiso, la humanidad y la vocación. Atención Primaria está cerca del paciente, escucha y coordina; cuando ese conocimiento se articula en equipos y protocolos, mejora la vida de las personas”. Además, aclaró que “no todo lo que brilla en ciencia cambia la vida, pero lo que cambia la vida sí es ciencia con valor” y “si la innovación no llega al paciente, es una idea inacabada”.
Desde la perspectiva de la gestión de la I+D, Marta Reboredo reclamó un salto en la participación efectiva de los pacientes. “La involucración no es nueva, pero estamos cambiando el rol: del sujeto que dona una muestra al coprotagonista que co-diseña, co-participa y co-interpreta. Igual que integrar la perspectiva de género mejora resultados, incorporar la voz del paciente desde fases tempranas hace la investigación más relevante, más útil y con resultados tangibles”, afirmó. Respecto al papel de lo público, afirmó que “nuestra obligación es facilitar y acelerar. Desbloquear trámites, ajustar protocolos a lo clínicamente útil, flexibilizar centros y maximizar la inversión. Cuando todas las partes empujan, se llega antes”.
Como proyectos que demuestran la coordinación entre niveles asistenciales, Esteban recordó que “España sostuvo el reclutamiento y la adherencia” en un ensayo de eficacia en Wolfram arrancado en 2020 con promotor en Reino Unido, mientras otros países se paraban por la pandemia; y que en el segundo ensayo (AudioWolfram) “España tiró del carro” cuando el socio se retiró. “Lo que funciona necesita financiación estable o se pierde”, afirmó.
Reboredo indicó que “hay que facilitar, flexibilizar y sumar inversión; pasar de ‘recibir’ la investigación a impulsarla con los pacientes como coprotagonistas naturales”. Laura Hernández, representante de la Asociación Por la Sonrisa de Elenita, insistió en que “tenemos apoyo social y de empresas, pero las instituciones deben dedicar partidas claras y sostenidas”. Soraya Osuna, de la Asociación Española contra el Cáncer, pidió “dar voto real a los pacientes en la fijación de prioridades”.
Talento y humanidad
En la clausura, el gerente de la Fundación Progreso y Salud, Gonzalo Balbotín, subrayó el papel del liderazgo femenino y la innovación abierta. “Más allá de los datos, hoy hemos visto el talento y la humanidad detrás de la ciencia. El progreso solo es posible si integramos profesionales, pacientes, universidades, medios y empresas. La presencia de mujeres en decisión no es excepcionalidad, es el futuro que queremos construir”, dijo. Y se comprometió a impulsar una investigación “con rostro humano y diversa”, donde “el talento no tenga género y la oportunidad se mida por la capacidad y la vocación de servicio”.
Testimonios que exigen acelerar la financiación y más participación
La voz de las pacientes y sus familias la puso Laura Hernández, madre de Elena y portavoz de Por la Sonrisa de Elenita. “Mi hija tenía un desarrollo normal hasta los cinco años; el 31 de julio de 2023 nos confirmaron una mutación neurodegenerativa. Hoy no camina sola. Estamos luchando por traer una terapia génica desarrollada en Estados Unidos, con la disposición del Hospital Sant Joan de Déu para colaborar”. Hernández explicó que la terapia necesita “fármacos que bloqueen la parte truncada de la proteína para ser plenamente efectiva”, por lo que la asociación financia dos líneas en España. Su mensaje fue cristalino. “Sin investigación no hay salud y sin financiación la investigación no avanza; necesitamos apoyo económico público sostenido para que esto no dependa del pulmón de unas pocas familias”. Por su parte, Soraya Osuna, Patient Advocacy de la AECC en Sevilla, defendió un modelo de participación. “Hablamos de defensa activa del paciente: crear órganos permanentes o consejos consultivos donde la ciudadanía participe en la selección y el seguimiento de proyectos. Eso cocreará soluciones ajustadas a necesidades reales”. Osuna pidió formación básica para que los pacientes puedan decidir “con información” y un diálogo continuo entre asociaciones, investigadores, industria y sistema sanitario. También propuso una reserva presupuestaria pública para prioridades votadas por pacientes.
También te puede interesar
Lo último
CONTENIDO OFRECIDO POR QUIRÓNSALUD