Miércoles Santo 2021

Pilatos se arrepiente por condenar al Señor de las Tres Caídas

  • El pregonero de la Semana Santa de Granada redacta el edicto por el que Poncio Pilato condena a muerte a Jesús. El pergamino ha quedado expuesto a los pies del Cristo de las Tres Caídas

Una llamada de Díaz de la Guardia condena a muerte a Jesús de Nazaret

Una llamada de Díaz de la Guardia condena a muerte a Jesús de Nazaret / Antonio L. Juárez (Granada)

La Hermandad del Rosario ha acogido la mañana de este Miércoles Santo uno de los actos más desconocidos que encierra la Semana Santa de Granada. Unaequeña y sencilla ceremonia que cada año partícipe al pregonero de la historia de la hermandad y de su estación de penitencia, escribiendo el pergamino que lleva el romano del misterio de Tres Caídas y donde aparece la condena a muerte en la cruz de Jesús de Nazaret.

En este 2021, Fernando Díaz de la Guardia como pregonero de la Semana Santa ha sido el encargado de redactar el edicto de Poncio Pilatos mandando crucificar a Cristo. El periodista granadino que no ha podido estar presente en el acto por motivos laborales ha intervenido por teléfono leyendo el texto. Un acto en el que han participado también la directora del Patronato de la Alhambra, Rocío Díaz, y la consejera de Fomento Marifran Carazo, encargadas de dejar a los pies del Señor de las Tres Caídas el pergamino.

Esta tradición se remonta a los años de la Passio Granatensis cuando por primera vez el pregonero intervino redactando el edicto que llevó el romano en el frente del paso.

Texto íntegro de la condena de Poncio Pilatos redactada por Díaz de la Guardia

Granada, un verso salvador por las calles del Realejo (Edicto y confesión)

Yo, Poncio Pilato, autoridad romana en Judea, confieso desde las estribaciones de Iliberri, desde la Elvira eterna, desde el arrabal de la Garnata al-Yahud, desde la superposición de siglos y culturas enamoradas de la antología de paisaje y belleza del Realejo y su Granada; o de Granada y su barrio cofrade, de devociones marianas, de artesanos del flamenco, de monumentales plazas, de iglesias y de conventos; de cobertizo de sombra, de silueta de misterio, de Pavaneras de gloria y de espadaña de cielo; Yo, Poncio Pilato, confieso, desde la ciudad donde todo es posible, el secreto de mi desdicha, el rosario de mi desvelo: Que actué por cobardía, que enjuagué mi culpa en un edicto perverso. Hágase la voluntad del hombre con su rostro más siniestro condenando al Redentor por el prejuicio y el miedo. Azotado, humillado, vilipendiado y muerto. Quiera mie error cruento que la luz de SU mirada alumbre ali inmisericorde al cínico y al perverso, que encienda el alma de Simón de Ciriné, convertido en el corazón del pueblo en el impulso de la solidaridad, en el amor del los justos, que ayude a levantar la Cruz a los atrapados por el peor duelo. Hermandad para ayudar al que sufre sin remedio, al que busca un empleo, al que yace enfermo. Hermandad para portar la cruz del dolor infinito de aquel que dio su vida en vida aferrado a su destino.

Todo por la esperanza de un pueblo, todo por la fe en la eterna vida, elevado junto al Padre, atisbando en sus “tres caídas” la mirada de quien perdona la ira incomprendida.

Yo, Poncio Pilato, me confieso culpable de condenar a Jesús, Christo Nazareno, de patria Galileo. Que El Realejo lo salve cada primavera espero pues yo, que no hallé en ÉL culpa, lo he de condenar por el prejuicio y el miedo. En el fondo de mi cobarde contradicción siempre me quedará el consuelo de saber que Granada lo arropa, lo exorna y lo mira para decirle en su rezo: “Padre Nuestro, perdona nuestras desdichas, siempre te acompañaremos”.

El prefecto romano rubrica el edicto y agacha su mirada, mientras Granada es un verso valiente españoleando la vida en un sueño costalero que se agranda y que se agita portando con gran respeto a Jesús de las Tres Caídas por las calles del Realejo.

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