Semana Santa 2019

Paisaje sonoro en la Semana Santa

  • La forma de música popular de la Semana Santa es la saeta, cantada sin acompañamiento instrumental

Banda que acompaña a la Cofradía del Huerto.

Banda que acompaña a la Cofradía del Huerto. / Carlos Gil

Dentro de la producción de música, ritual y ruido festivo podemos distinguir entre el ruido realizado por el pueblo, caracterizado por su desorganización, significando con el estruendo conseguido advertir a propios y extraños de su presencia y actividad. Realizado mediante diversas técnicas: pólvora, percusión de utensilios metálicos, maderas, gritos, piropos, aplausos, etc. Por otro lado, el ruido mediatizado por el poder, que se pone de manifiesto ante la comunidad como elemento organizador y civilizador de la misma, siendo por consiguiente ruido organizado, en donde el caos se convierte en ritmo perfectamente definido, en dos ámbitos, el religioso, mediante la utilización de campanas metálicas de las iglesias, y el civil, mediante salvas rítmicas (frente a la pólvora arrítmica del pueblo), y con instrumentos de percusión de gran formato, membranófonos y en ocasiones aerófonos (instrumentos de viento madera y viento metal), en la época actual: redobles de tambores, bandas de cornetas y tambores o bandas de música.

Si oponíamos al ruido festivo del pueblo el ruido festivo del poder, también podemos distinguir entre la música popular y la música del poder o de las estructuras organizativas, que en este caso hemos denominado ritualizada. El profesor José Antonio González Alcantud estudio muy acertadamente el ruido festivo de la procesión de los Facundillos en el barrio del Realejo.

La música popular, inserta en la cultura oral, se diferencia netamente de los entornos anteriores. Fundamentalmente vocal, con o sin acompañamiento instrumental, transmisora de romances, cuartetas, quintillas, villancicos y coplas, etc., y vehículo de la memoria colectiva. En nuestro caso la forma de música popular de la Semana Santa será la Saeta, cantada sin acompañamiento instrumental.

El paisaje sonoro de la Semana Santa se configura por el ruido producido por el pueblo

Antonio Machado y Álvarez decía: “Las saetas son un género popular, género no menos interesante ciertamente que los piropos, pregones, trabalenguas, trovos, adivinanzas y juegos infantiles. En las saetas, como en casi todas las producciones populares, se observan multitud de metros, si bien predominan en ellas la copla arromanceada de cuatro versos: las hay, sin embargo, de tres, de cinco y aun de seis”. Antonio Machado y Álvarez reproduce una saeta popular que más tarde utilizaría su hijo Antonio Machado como copla introductoria de su poema La saeta:

Quien me empresta una escalera

Para subir al Madero

Y quitarle las espinas

A Jesús de Nacareno”.

Ricardo Molina distingue tres tipos de saetas por su música: las saetas derivadas de las tonás. Las saetas emparentadas con las seguidillas gitanas y por último, los recitales salmodiados con evidente influjo de los cantos litúrgicos de la Iglesia en los Oficios de Semana Santa. En 1890 P. Diego de Valencia, en su libro Historia documentada de la saeta y los campanilleros, argumenta que la saeta pierde carácter, cuando allá por el año 1854 sufre un proceso de aflamencamiento. Por lo que podemos considerar la segunda mitad del siglo XIX como el marco de nacimiento de la saeta flamenca.

Grupos de ministriles en los siglos XVI y XVII, capillas musicales en el XVIII y primera mitad del XIX, darán paso a las bandas de cornetas y tambores y las bandas de música que hoy podemos ver y oír.

El paisaje sonoro de la Semana Santa se configura por el ruido producido por el pueblo, cohetes, aplausos, vivas y piropos; el ruido producido por el poder religioso y civil: salvas, campanas; por la música del pueblo, saetas, y por la música representativa de las autoridades civiles y religiosas, himno nacional e himnos religiosos, singularizada en los parámetros de autoctonía y organización social de las cofradías con su propia Marcha procesional. Las Marchas de Semana Santa están vinculadas a la estética nacionalista, con la búsqueda de las raíces identitarias. Las Marchas se han convertido en símbolo de la Semana Santa de Andalucía, transcendiendo las fronteras de su barrio y su ciudad, sin duda por esos elementos nacionalistas, identitarios, y que duda cabe por la gran calidad formal y artística de muchas de ellas.

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