Al llegar la Semana Santa recordamos con emoción la lírica que, con la voz puesta en el respiradero, muchos capataces vierten. Pregones, poemas y plegarias que encogen el alma. Sin embargo, toda esta poesía es efímera y se pierde con el tiempo. En cambio, son muchos los autores que a lo largo de la historia han querido inmortalizar su ingenio y sentimiento por escrito, dejando de forma indeleble su recuerdo sobre las cofradías y las hermandades de Granada.
En el Día Mundial de la Poesía recordamos algunos de esos poemas que distintos autores han dedicado a los titulares, a las hermandades y la Semana Santa granadina. Poetas que pusieron su atenta mirada sobre aquello que acontece al llegar la primavera.
Procesión (s/f), de Federico García Lorca
Por la calleja vienen
extraños unicornios.
¿De qué campo,
de qué bosque mitológico?
Más cerca,
ya parecen astrónomos.
Fantásticos Merlines
y el Ecce Homo,
Durandarte encantado.
Orlando furioso.
Los claustros de Santa Paula (1953), José Gómez Sánchez-Reina
Los claustros de Santa Paula
tienen luz de candileja,
los patios están sin sueño
y las novicias despiertas.
Toda la tarde han estado
en la solitaria Iglesia
junto al dolor de María
hecho soledad y tristeza.
Ellas le dieron el pañuelo
de encaje y de blanca seda,
para que vaya enjugando
sus lágrimas como perlas.
Y le trajeron el manto
negro como noche negra
donde agujas y dedales
con un afán de colmena
en los siglos de clausura
fueron bordándole estrellas.
Y la miraron salir
por la ojiva de la puerta
y se les quebró el suspiro
de angustia desde las rejas...
Dios te salve, María (2006), de José Luis Clements
¡Dios te salve, María,
Señora del Santo Rosario!
Bendita entre las mujeres
y bendita sea granada
que por madre a ti te tiene.
¡Dios te salve, María!
Salve en el jardín de mis plegarias,
bambalinas de secuelas costaleras
en el palio de mi alma.
¡Dios te salve, Señora,
faro que guía al mundo
perdido entre las tristezas!
¡Dios te salve, Rosario!
De la tierra, la flor más bella
y de los lares celestiales
eres lucero y estrella.
Cuando las estrellas bajan
para iluminar la noche
y los luceros escalan
las más altas espadañas,
sube desde el Realejo
"derechita" hacia el cielo,
en la voz de mil gargantas,
una salve conmovida...
¡Es el pueblo que te canta
la profesión de su fe
y con la salve se desgrana
su profunda confianza
en la Madre que cobija
y es causa de nuestra alegría.
¡Dios te salve, Reina y Madre!
¡Dios te salve, llena de gracia!
¡Virgen pura del Santo Rosario!
¡Tesoro que nos da consuelo!
¡Ampáranos bajo tu manto
y llévanos contigo al cielo!
Sábado Santo (2001), de Joaquín Abras
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues es Dios quien se recrea
en el alma de Granada,
al verte así, coronada,
de su gloria y su grandeza.
A ti, celestial princesa,
humilde te pediría
fe, esperanza y caridad,
las tres perlas que te adornan
junto al Dios de la bondad.
Y te ofrezco en este día
mi amor, mi fe y mi razón,
el suelo de los que esperar
poder contemplarte un día:
Míranos con compasión.
¡No nos dejes, Madre mía!
¡Ya siento el aroma en la flor! (2008), José Manuel Rodríguez Viedma
¡Ya siento el aroma en la flor! (Me dijo).
¡Está aqui Salud, Madrecita eterna!
Ya mi ceguera no es más
que una ilusión capaz
de pintar lunas ante tu pena.
¡Ciego he de estar, Señor! (Murmuró).
Si rendidas cuantas ante tus plantas,
pueda decirte de veras...
¡Ya no sé si tú te acuerdas!
Fue en aquella madrugada.
Yo fui el ciego, Señor,
que ante tu muerte temprana
anduvo de flor en flor
en una esquina en la plaza
sintiendo que el Hijo de Dios,
¡quiso morir en Granada!
Los doce mejores (2011), de Fernando Egea
Judas retuerce el gesto en una esquina,
escondiendo la bolsa de la tradición entre la talla;
parece que lo ha oído y calla,
pues ya teme ver descubierta su felonía mezquina.
Ya se adentra en su templo de costero a costero recortado,
se va despidiendo la canastilla en rocalla,
"por parejo a tierra", se va perdiendo bajo el dintel enmarcado
la Santa Cena, el Sacramento donde los haya.
Victoria, sin lágrimas en tus mejillas,
quién fuera tu cañero;
hoy Granada ve tu cara de chiquilla:
quién pudiera ser maría de cera, quién tu joyero.
Hoy todos se enamoran de tu tez de plata,
se enamoran de ti, en silencio y desespero;
no ven el damasco blanco, la rosa y la paniculada,
solo tu sublime cara, tu alma inmaculada,
te daría un beso, y es un querer y no puedo.
Ahora lo tengo por muy cierto (2014), de Juan Jesús López-Guadalupe
"Ahora ya lo tengo por muy cierto:
guió mi mano el designio del Creador,
mis gubias y pinceles en concierto,
y el resto púsolo mi fe y amor.
La Providencia alumbró esta hermosura,
me sacó el alma su forma y su perfil,
entreví en mis sueños su luz pura
e imaginé su llanto y luto en San Gil.
¿Cómo no llorar, celestial señora,
angustiada de Tres Necesidades,
junto a la cruz vacía que al Hijo añora,
Madre de todas las soledades?
Mas cese el lanto, Reina Dolorosa,
porque hasta donde mi mente alcanza,
se volverán virtudes, mustia rosa,
seréis vos Fe, Caridad.. ¡y Esperanza¡
Que la del alma es la sin par belleza
mi espíritu puse en loco empeño
para alumbrar los siglos tal grandeza".
Así la Virgen le habló a Risueño
Granada de un antiguo crucifijo (2015), de David Rodríguez Jiménez-Muriel
Granada de un antiguo crucifijo,
ciudad de los conventos y destinos
que amparas al saberlos granadinos
y pones sobre ellos tu cobijo.
Se fue haciendo agustino mi Señor
con cinco siglos puestos en defensa
de toda la granadina despensa
que un día lo llamó su protector.
Debajo de tus pies Santo Señor,
la plata de tu cruz escarnecida
adoba ni morado lirio en flor.
Y al cabo vio Granada agradecida
que solo su Sagrado Protector
sería su camino, verdad y vida.
Cuando estuvo el Señor más afligido (2019), de Álvaro Luis Barea
Cuando estuvo el Señor más afligido
un alma se apiadó de tanta pena,
de entre todos surgió un elegido
que ayudó a aliviarle su condena.
SIn miedo a resultar también herido
entregó su noibleza a un acusado
que un terrible castigo había sufrido
además de quedarse abandonado.
Sin haberle siquiera conocido
hizo suya la cruz del sentenciado.
No dejó que él se diera por vencido.
Su ejemplo con el tiempo ha perdurado.
Dos mil años después de aquella historia
de injusticias y amores verdaderos,
aún quedan cireneos con memoria
que se ofrecen para ser costaleros.
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