Entrevista | Álvaro Guerrero, historiador e investigador

"La Semana Santa de Granada tiene el espíritu del granadino: resiliencia y carácter propio"

  • Este historiador e investigador acaba de publicar un libro en el que recorre la historia de la Semana Mayor de la provincia 

"La Semana Santa de Granada tiene el espíritu del granadino: resiliencia y carácter propio"

"La Semana Santa de Granada tiene el espíritu del granadino: resiliencia y carácter propio" / Antonio L. Juárez (Granada)

Álvaro Guerrero Vílchez (Ceuta, 1990) ha dedicado los últimos años a bucear en los archivos para rescatar la memoria olvidada de la Semana Santa de Granada. Historiador e investigador de la Universidad de Granada se trata de uno de esos jóvenes que no solo se conforma con vivir y disfrutar de las cofradías, también se recrea sacando a la luz testimonios que rescatan el legado e historia de las hermandades de penitencia de nuestra ciudad. 

Prueba de ello no ha sido su tesis doctoral, también su última publicación: Semana Santa en Granada (1760-1960). Un recorrido donde Guerrero trenza la historia de la ciudad y cómo se ha ido configurando la imagen de la Semana Mayor a lo largo de las últimas veinte décadas, desde el reinado de Carlos III a la religiosidad popular durante el franquismo. Un producto que resume cinco años de trabajo y vaciado documental, entre otros, del Archivo Diocesano de Granada.

De Ceuta a Granada, ¿cómo llegas a involucrarte con la historia de la Semana Santa?

De pequeño disfruté de las cofradías en Ceuta, en el Santo Entierro, en un ambiente cofrade y con gran pasión por la Semana Santa. Una vez me viene a estudiar a Granada, y aunque iba a Ceuta todos los años, me quedé fascinado por la Semana Santa de Granada. Luego descubrí el trabajo de Miguel Luis López-Guadalupe, Historia viva de la Semana Santa de Granada. Y ahí decidí ponerme a investigar. 

¿De qué manera se afronta descubrir los orígenes contemporáneos de la Semana Santa?

Pues partiendo de un panorama bibliográfico muy reducido, aunque han ido surgiendo algunos libros muy interesantes. Lo que teníamos eran los trabajos clásicos de los hermanos López-Guadalupe o José Szmolka, centrados en la Edad Moderna, pero quedaba una laguna muy importante: el siglo XIX. La documentación de esa época está muy dispersa y, además, se perdió mucha durante las desamortizaciones de los conventos y en la Guerra de Independencia. Era necesario hacer un recorrido por este siglo y seguir construyendo sobre los pilares que teníamos. 

¿Y qué podríamos decir que es lo más destacado de esa Semana Santa del siglo XIX?

El resumen de la centuria es que la Semana Santa sobrevivió gracias a la Virgen de las Angustias. En ese momento en el que todo se perdió, la única devoción que consiguió mantenerse es la de la Virgen de las Angustias. No había ni Santo Entierro, ni Soledad, ni nada. La Semana Santa no sobrevive sin ella. Durante ese periodo, como en el siglo XX, la Semana Santa tendrá que ser muy permeable y adaptarse a los tiempos para seguir sobreviviendo. Tiene la resiliencia que tiene el granadino: gente con carácter y sin dejarse amilanar por nada. Aun estando en las últimas, supo renacer. 

Con una base tan frágil, ¿cómo se construye desde la nada?

Durante la Restauración la burguesía empieza a involucrarse y va a ser el momento en el que las grandes devociones de los barrios germinan. El ejemplo es el Santo Entierro del Albaicín que se renueva gracias a la familia Valenzuela. Era una Semana Santa, podemos decir, menos oficial pero era lo que se buscaba y así se termina con el desfile antológico, que era una sucesión de pasos demasiado sobria, demasiado castellana.

Álvaro Guerrero, junto al libro que acaba de publicar Álvaro Guerrero, junto al libro que acaba de publicar

Álvaro Guerrero, junto al libro que acaba de publicar / Antonio L. Juárez (Granada)

Justo hace un siglo El Defensor de Granada defendía buscar nuevos modelos para hacer resurgir a las cofradías. 

Es justo ese momento donde se empieza a mirar a Málaga y Sevilla. Empezarán a llegar los modelos de Rodríguez Ojeda y toda la revitalización de las cofradías sevillanas. Las noticias corren cada vez más deprisa y lo que había en Granada no era atractivo para el gran público, con doce o trece pasos, alguna banda, caballos... Además, había muy poca organización y las procesiones tampoco ludían. Sí las imágenes, pero no la presencia de los nazarenos: peleándose con los cirios, tirándole los tejos a las mujeres en la acera... Mirar afuera ayudó a hacer nuestras propias cofradías, sacando a la calle muchas imágenes que estaban encerradas en las iglesias y los conventos. 

Y en todo esto, ¿qué papel jugó la Iglesia como institución?

Durante el siglo XIX es difícil rastrearlo, dependerá mucho de la figura de los arzobispos. También es verdad que tras la Guerra de Independencia no habrá excesivos problemas, porque las cofradías ya no salían. Y si había molestias era solo en Cuaresma. En cuanto a sacerdotes, a pequeña escala, habrá que esperar a finales del siglo XIX y principios del XX a ver una implicación. Hasta ese momento había una apatía muy grande. De hecho habrá que esperar a que llegue el arzobispo Messeguer, en 1927, para que movilice a los sacerdotes en torno a las cofradías. En ese momento, los sacerdotes apoyaban a la Virgen de las Angustias, pero tampoco había pegas a que hubiera procesiones. Que no hubiera cofradías era por un problema económico u organizativo, no por oposición.  

¿Cómo ha sido posible que todo esto, siendo fundamental para conocer lo que es hoy la Semana Santa, haya pasado inadvertido para la ciudad y para los cofrades?

Ha tenido que ver con la apatía que ha habido hasta finales de los años 70 con la Semana Santa, que es cuando resurgen las cofradías y se ha empezado a tener un poco de más cuidado con la documentación. Es un tema que no se ha abordado hasta ahora porque el cofrade se ha centrado en sacar la Semana Santa adelante. Y ahora, que tenemos fuerza, es cuando podemos centrarnos en estas cosas. Pero el problema sigue siendo la falta de documentación: durante el Franquismo los libros y documentos se guardaban en la casa de los miembros de la junta de gobierno y ahora no sabemos dónde están. Pero eso en Granada no es sólo un problema del siglo XX.

Y sobre todo esto, ¿qué cabe esperar?

Lo que he intentando en mi libro es abrir muchos caminos a la espera de que la situación documental mejore y ver qué va saliendo. Estoy atento a ver qué aparece en los archivos y, mientras, me dedico a otras investigaciones. Pero este camino no lo voy a dejar. Es solo el principio.

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