Opinión cofrade

Lo mejor de nosotros

  • La adversidad ha sacado una vez más lo mejor de nosotros mismos. Resulta esperanzador ver y comprobar como del mal puede surgir el bien, de la adversidad la bondad.

Detalle de la mano de la Virgen del Dulce Nombre

Detalle de la mano de la Virgen del Dulce Nombre / L.R. (Granada)

Los que pertenecemos a la generación del 'baby-boom' y fuimos criados en un entorno confortable por unos padres que conocieron el final de un tiempo de penurias y unos abuelos que vivieron el horror de la guerra, nunca pudimos imaginar que nuestro mundo, nuestra sociedad de los grandes avances y la tecnología, nuestra sociedad del bienestar y de las redes sociales, podía ser tan frágil y vulnerable. Hasta hace solo unos días para muchos la palabra virus era algo del ámbito de la informática, o a lo sumo algo de carácter estacional y transitorio. Las epidemias eran algo de siglos pasados, algo superado por los avances médicos y los hábitos de higiene, algo que solo estaba en las crónicas y libros de historia que nos daban testimonio de situaciones aterradoras vividas en nuestra propia ciudad, algo que afortunadamente ya nunca volvería. Qué equivocados estábamos alojados cómodamente en nuestra torre de marfil.

De pronto, se nos han roto todos los esquemas. En tan solo unos días todo se ha precipitado y de hacer planes a corto y medio plazo hemos pasado a vivir enclaustrados, confinados, -o como dice una buena amiga “confitados, que al menos suena dulce”,- encerrados en casa y teniendo que crear nuevos hábitos y rutinas para, por no sabemos cuanto tiempo, combatir algo cuyo origen resulta poco claro, pero que está ahí afuera, o ya dentro de nosotros mismos esperando para dar la cara, algo que está minando hasta las estructuras que creíamos mas sólidas.

Es innegable que el ser humano se crece ante las dificultades y solo hace falta mirar a nuestra historia como ciudad para ver como en situaciones de calamidad Granada siempre se puso en marcha. No es la primera vez que una epidemia asola nuestra ciudad, aunque pensáramos que eso ya nunca jamás ocurriría.

Nuestra sociedad desde casa se ha puesto en marcha, superada la perplejidad inicial y la desconfianza que las decisiones políticas y politizadas han generado, y que se cobrará unas dolorosas facturas en enfermos y fallecidos y en irremediables consecuencias socio-económicas, que llegado el momento serán recordadas y reclamadas a nuestros actuales dirigentes.

La adversidad ha sacado una vez más lo mejor de nosotros mismos. Resulta esperanzador ver y comprobar como del mal puede surgir el bien, de la adversidad la bondad. Emociona ver el aluvión de jóvenes y no tan jóvenes que han sacado a la luz su lado solidario, y aquellos que movidos por su fe se han puesto al servicio de sus vecinos mayores que han de afrontar en soledad estos momentos difíciles, ofreciéndose a ser su ayuda en las tareas más cotidianas, a hacerles la compra para evitarles exponerse en la calle a un peligrosísimo contagio. No es un gesto de heroicidad, ni de moda, sino de compromiso.

Reconforta ver como toda una ciudad, todo un país se une para ovacionar a los que están librando cada día, cada hora un extenuador combate contra un enemigo que avanza deprisa sin darles tregua. Ver como asomarse cada tarde todos a la misma hora ha propiciado que los vecinos de enfrente dejen de ser esos perfectos desconocidos a los que en ocasiones dábamos un lacónico buenos días, para pasar a ser personas con las que por balcones y ventanas es posible entablar una conversación, alegrarse de verlos y preocuparse los unos por los otros desde el obligado aislamiento.

Es esperanzador ver como desde casa nuestra sociedad es capaz de ponerse en marcha, ver como nuestras Hermandades, -siempre nuestras Hermandades- ya han pasado página de las malogradas estaciones de penitencia de este año y se han puesto en funcionamiento desde las redes sociales y las vías de comunicación a su alcance para, entre las tribulaciones, hacer honor a su nombre y dar cumplimiento a su labor espiritual y social, acercando una ayuda espiritual que sostenga el ánimo o un ofrecimiento de colaboración material a quienes puedan precisarlo. Siempre habrá luz al final del túnel y brillará con fuerza si sacamos lo mejor de nosotros.

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