Una tradición de más de 250 años

Los incensarios de Loja son una figura única que distingue a la Semana Santa de la provincia

Una tradición de más de 250 años
Una tradición de más de 250 años
Paco Castillo Loja

01 de abril 2015 - 01:00

HABLAR de la Semana Santa de Loja es, sin duda, hablar de los incensarios, una figura única y exclusiva de esta ciudad del poniente granadino y que la distingue de cualquier otra en lo que respecta a su Semana Mayor. Precisamente este año se cumplen nada menos que 250 años de la existencia del primer documento oficial que habla de los incensarios, que no de su existencia, pues la creencia es que proceden de muchos años atrás, incluso varios siglos. Según la teoría y las tesis de José Arenas Ropero, cronista oficial de la ciudad de Loja, el nacimiento de los incensarios podría situarse en el siglo XVI.

Tal y como recuerda el historiador lojeño, "el drama de la Pasión se representaba desde la Edad Media dentro de los templos por actores". Estas compañías de los dramas litúrgicos "fueron añadiendo música, cánticos y bailes que no gustaban a la Iglesia". Así, según Arenas, tras el Concilio de Trento (1543-1563), surge la Contrarreforma a finales del siglo XVI como réplica a las escisiones de la Iglesia (protestantes, calvinistas, hugonotes, etc), que manda, entre otras muchas cosas, sacar las procesiones a la calle para que estas representaciones, junto con los fieles y penitentes organizados en hermandades y cofradías, lleven el espíritu cristiano a todo el pueblo y formen parte de esa manifestación popular de la Pasión de Cristo.

Sería en los monasterios o conventos, muchos desaparecidos, donde se llevarían a cabo estas representaciones de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, destacando entre estos actos los Santos Oficios, que se hacían y siguen siendo los jueves y viernes Santos, destacando el lavatorio de los pies y la Vela o Vigilia de Cristo. Aquí en estos actos, según la opinión personal de José Arenas, "podría estar el origen de los incensarios".

No hay que olvidar que el incienso siempre fue utilizado ya desde épocas muy remotas en los ritos religiosos de los chinos, japoneses, egipcios, judíos o romanos. Un rito pagano que fue introducido en la iglesia católica desde sus inicios para aromatizar los actos litúrgicos, sobre todo en las exposición del Santísimo.

En cualquier caso, "todo son elucubraciones", según recalca el cronista, pues nada hay escrito en aquella época. Lo que sí se puede demostrar es lo que se conoce gracias a los primeros documentos existentes. Y es que corría la segunda mitad del siglo XVIII cuando al pie del Monte Hacho, al abrigo del Convento de San Francisco, los hermanos mayores de la desaparecida Hermandad de Jesús de la Humildad presentan sus cuentas anuales referidas al ejercicio 1764-65. Entre los conceptos de la cuenta de cargos hay uno, por importe de noventa reales de vellón, que se anota por una partida escueta pero clara en su apunte: incensarios.

El cargo apuntado triplica en cantidad a otros tan significativos como las horquillas de Jesús o el estandarte y es treinta veces superior al de un hermano, de ahí la creencia de que se hablaría de una clase social con un poder adquisitivo alto. Un año después, cuando se redactan las actas de constitución de esta misma hermandad, en el sexto de los puntos del texto se habla de "la cantidad en que se rematan anualmente los incensarios que salen incensando las insignias de la procesión del Jueves Santo en la tarde".

Que hasta ahora se conozca, estas dos son las más antiguas referencias escritas halladas sobre la tradición de los incensarios. Y precisamente en este año 2015 se cumple el 250 aniversario de estos apuntes. Dos siglos y medio, un periodo dilatado de luces y de algunas sombras, de historias y leyendas, de tradición y cambio.

Al mirar hacia atrás, revisando la escueta historia encontrada, surgen numerosas dudas, interrogantes derivados de los breves apuntes de las cuentas y la constitución de la Humildad. Se dice que inciensan la procesión del Jueves Santo, pero nada de danzas y cantes. No se sabe si fueron incorporándose por evolución de una función más simple, la de portar y perfumar con incienso las procesiones, sus imágenes y estandartes. Quizás su presencia en todos los actos importantes de las celebraciones de la Semana Santa fuese aprovechada para divulgar entre el público la Pasión y Muerte de Jesucristo y los Dolores de María mediante el canto de pregones, saetas o sátiras, bien creadas para tal uso, bien adaptadas del repertorio popular.

Y que también como parte de la evolución, se incluyesen muestras de reverencia hacia las imágenes y altares coordinadas en movimientos y mudanzas, que incluso se desarrollasen con expresiones simbólicas específicas para cada imagen o lugar. Y al danzar portando el incensario (o 'cacharro', que es la forma con la que se denomina en Loja al incensario como braserillo de ascuas con cadenas que se usa para quemar incienso), empiezan a hacer ritmos, compases con las cadenillas. Y también con las navetas. Introducida la danza, cobra sentido lo de ocho componentes, pues es común denominador en muchos tipos de danzas religiosas, así como contar con la dirección de un maestro, 'señiero' para el caso de los incensarios.

¿Y qué hay de lo del cargo en la contabilidad de la hermandad? ¿Por qué el valor de los incensarios era muy superior al de los horquilleros, los portadores del estandarte o los hermanos? Es como si quisieran indicarnos que los incensarios eran un puesto muy importante dentro de la celebración de la procesión del Jueves Santo, de ahí su valor más elevado. Puede que esa importancia crease interés entre lojeños que quisiesen ser incensarios hasta el punto de que dejasen de ser cargo de los hermanos mayores para pasar a adquirir su derecho a través de subasta (sustituida a su vez en la actualidad por la modalidad de contrato con las hermandades).

Una cosa sí parece desprenderse claramente del apunte contable. Si ya tenían un valor elevado es porque ya eran conocidos con antelación suficiente como para ser valiosos. Por tanto, los incensarios no serían un elemento novedoso de aquél entonces, sino que provenían de tiempos anteriores.

Actualmente existen once 'corrías' de incensarios desde su resurgimiento a partir de los años 70 y, especialmente, en las tres últimas décadas, que protagonizan la Semana Santa lojeña desde el Martes al Viernes Santo.

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