La vida le cambió por completo hace un año, cuando el tren en el que viajaba para ver a su hija y su nieto descarriló a la altura de Arahal. Fue una de las heridas más graves en aquel siniestro. Sufre una lesión en la médula que le ha dejado secuelas que se mantendrán durante toda la vida. Puede andar con dificultad y con ayuda de una muleta. "Y eso ya fue una suerte, porque no sabíamos si iba a poder volver a caminar".
Es la historia de Asunción Rivas Martín, de 55 años y vecina de Lora de Estepa, una mujer que le ha dado mil vueltas a aquella maldita mañana de hace justo un año. ¿Por qué cogió el tren una hora antes de lo que lo hacía otras veces? ¿Por qué dejo pasar dos vagones para subirse al último, el que precisamente se llevó la peor parte en el accidente? Son preguntas que no deja de hacerse. Decisiones aparentemente intrascendentes que hoy lamenta.
Se subió al tren como hacía cada semana, en la estación de Pedrera. Venía a Sevilla para ver a su hija, profesora universitaria, y a su nieto de un año en el momento del accidente. "Ya en la estación, la persona que había en la ventanilla me dijo que había problemas con la vía, que estaba cortada, y que desde Arahal a Sevilla iban a poner autobuses". Aquello le generó la duda. No sabía si volverse a casa o subirse al tren. Llamó a su hija y ésta le pidió que viniera.
Subió al tren de las nueve. Había llovido mucho durante toda la noche. Una hora y diez minutos después, el convoy pasaba por una zona completamente inundada. "Se había desbordado un arroyo y aquello era como un río, se veía agua a un lado y a otro del tren. Era un río caudaloso, con ramas y forraje. Ya los viajeros íbamos algo inquietos y nos levantamos para mirar por las ventanillas".
Junto a ella viajaban cuatro trabajadores de Renfe, a los que el revisor se acercó para comunicarles que iban a pasar por la vía, que ya se había reabierto. Diez minutos después el tren era un caos. "Sentí un golpe muy fuerte que me lanzó para arriba, di con el techo y luego caí al suelo. Ahí sentí un dolor tremendo en la cintura y me di varios golpes más. En ese momento todo era un caos, había mucho polvo, cristales, la puerta rota... Fueron momentos de confusión y de miedo. Y de mucho dolor".
Asunción ya no se podía levantar del suelo. "Tenía dolores tremendos en la cintura, en las piernas y los pies. Le pedí a una muchacha que iba a mi lado que por favor me levantara porque yo estaba muy mal. Muy mal. Me pude sostener en el asiento de ella y por fin pude respirar". Allí se quedó hasta que llegaron los sanitarios, por lo menos dos horas después porque la zona era de muy difícil acceso.
De ese momento recuerda un intenso olor a combustible y el miedo a que el tren explotara. "Olía muchísimo a gasoil y la gente se salió del tren porque pensaban que iba a explotar. Yo, como no me podía mover, me quedé allí con un miedo enorme". Por fin pudo ser evacuada en helicóptero del 061. De aquel instante recuerda coger la mano de un guardia civil y pedirle que no la soltara hasta que partió la aeronave.
Sufrió una fractura en una vértebra. El hueso se introdujo en la médula y le provocó una lesión que le impide caminar sin ayuda de una muleta. Echa de menos sus paseos con el campo con su perro, Wally, que "era todo nervios y ahora ha cambiado totalmente", como si supiera lo que ha pasado. Siente impotencia al saber que no podrá nunca más alzar a su nieto y le duele no haber recibido ni una llamada de los políticos ni de los responsables de Adif y Renfe en todo el año.
"Los políticos se hicieron la foto el día del accidente, pero después a mí no me ha llamado nadie. Nadie se ha interesado por mi estado". Eso ha acrecentado su desamparo, pues todavía está pendiente el proceso judicial del accidente. El caso se archivó por lo penal, pero su abogado, Carlos Zambrano, lo ha recurrido para agotar esta jurisdicción antes de iniciar la civil. "Yo no quiero que vaya nadie a la cárcel, pero aquí ha habido una negligencia. Si se sabía que la vía estaba inundada, ¿por qué pasamos? El accidente era evitable".
Para Asunción, sólo le ha respondido la Seguridad Social, que le ha reconocido las lesiones y le ha concedido una pensión por incapacidad absoluta. En el momento del accidente estaba "en un limbo" profesional. No trabajaba ni percibía ninguna prestación. Estaba apuntada a un programa de empleo de la Junta, para el que fue seleccionada. La llamaron para trabajar estando en el hospital. Obviamente, tuvo que renunciar al trabajo. Y a buena parte de su vida.
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