Reportaje | Toros en Sierra Nevada

La bravura del toro en Granada a dos mil metros de altura

  • La ganadera Julia Miralles mantiene vivo el histórico hierro de Rodríguez Balderas, uno de los últimos reductos del toro bravo en el Parque Natural de Sierra Nevada

  • Julia Miralles: "El toro ayuda a mantener la riqueza natural y animal del ecosistema del Parque"

Novillos y becerros de la ganadería de Rodríguez Balderas

Novillos y becerros de la ganadería de Rodríguez Balderas / Toni Juárez (Güéjar-Sierra)

Bajo una noguera centenaria y rodeada de los suyos, Julia Miralles (Granada, 1973) lleva sobre sus hombros el peso de una tradición centenaria, la que inició su bisabuelo hace más de un siglo: criar toros bravos en el corazón del Parque Natural de Sierra Nevada. Una profesión difícil, llena de sacrificios, pero que despeña con ilusión y mucho orgullo desde hace veinte años, cuando asumió el legado de su padre. Desde el Cortijo Balderas, en Güéjar-Sierra, con vistas al Mulhacén y el río Maitena a sus pies, Julia dirige ahora los designios de este hierro histórico, el de Herederos de Rodríguez Balderas, habitual en la Plaza de toros de Granada a principios del siglo XX y frecuente en los festejos populares de toda la provincia también décadas atrás.

Desde 1998, Julia Miralles ha ido aprendiendo el oficio de ser ganadero de bravo. El manejo del toro en el campo, la cría, la selección y todo cuanto lleva la difícil alquimia de transmitir la bravura de progenie en progenie. Como ella misma confiesa, esta aventura no ha sido fácil y le queda aún mucho camino por recorrer. Y aunque se considera autodidacta en muchas cuestiones, reconoce la ayuda fundamental de su padre en todos estos años: “la ganadería es un proyecto familiar, que empezó mi bisabuelo y que ahora me ha tocado a mí seguir manteniendo para poder legarla también a los que vengan. Pero aunque ahora yo esté al frente y me encargue de los toros, de las parideras, de las tientas o de arreglar los cercados, mi padre sigue estando muy presente. Siempre le pido consejo y le tengo informado de todo”.

Los becerros de Rodríguez Balderas, en libertad Los becerros de Rodríguez Balderas, en libertad

Los becerros de Rodríguez Balderas, en libertad / Toni Juárez (Güéjar-Sierra)

- ¿Cómo decide una mujer, en un ambiente a priori poco favorable como Granada, tan alejado del circuito de las ganaderías bravo, hacerse ganadera?

Quise ayudar a mi padre que estaba pasando un mal momento y las cosas no eran fáciles para él. Así que decidí arrimar el hombro y ayudarle en todo lo que puede para ir superando obstáculos. A partir de ese momento me fui implicando y me entró el gusanillo. Tanto es así que, cuando me di cuenta, lo mismo estaba con el papeleo de la ganadería que estaba comprando alambre para arreglar los vallados.

- Y en ese momento, cuando uno asume ese tipo de responsabilidades, ¿lo hace sabiendo exactamente cuáles son sus funciones y qué es lo que hay que hacer?

- En Granada, sin ese ambiente ganadero que hay en otras provincias como Sevilla, Cádiz o Jaén, es más complicado pero poco a poco te curtes y se aprende el oficio.

Julia Miralles y José Manuel San Miguel con su hijo Julio Julia Miralles y José Manuel San Miguel con su hijo Julio

Julia Miralles y José Manuel San Miguel con su hijo Julio / Toni Juárez (Granada)

La pasión con la que Julia Miralles habla de su vida ganadera no tiene parangón. Un entusiasmo que contagia. “Vivo prácticamente aquí, en el campo. Aquí disfrutamos en familia. Mi hijo se está criando aquí, corriendo de un lado para otro, echándole de comer a los animales. Recuerdo cuando estaba embarazada de venir para que escuchara los cencerros de los cabestros”, comenta Miralles con chispas en los ojos. Y es que para Julia, hablar de sus toros, es hablar de sí misma y de sus orígenes, de su propia herencia: “Se ha hablado alguna veces en mi familia de vender y quitar la ganadería, por los costes que tiene, porque no es rentable y tiene mucho trabajo. Pero esto es algo que hizo mi abuelo: la finca, la casa, los toros. La ganadería es parte de un legado que quiero mantener y dejar a los que vengan”.

Ese espíritu y esa emoción, sin embargo, no oculta la otra cara de la realidad. La de los sinsabores y la de los esfuerzos. Ni Julia ni José Manuel, su marido, tienen tregua alguna. Las setenta cabezas de ganado bravo que sustentan en Cortijo Balderas no entienden de horarios ni de días festivos. Comen todos los días y el cuidado que tienen de sus animales es diario y constante: en invierno en el cortijo, para que pasen el invierno lo más protegido posible; en verano, como hacía su abuelo, subiendo las cabestras a pastar a la Dehesa de las Hoyas, donde Vicente Rodríguez, tenía sus animales en compañía de Francisco Pelayo.

La ganadera Julia Miralles tomando nota durante la tienta de tres erales La ganadera Julia Miralles tomando nota durante la tienta de tres erales

La ganadera Julia Miralles tomando nota durante la tienta de tres erales / Toni Juárez (Güéjar-Sierra)

Tampoco vivir en un parque natural siempre se antoja sencillo. Sin embargo, como asegura la ganadera “gran parte del ecosistema que nos rodea se mantiene con la presencia del toro bravo. En primer lugar, el toro es una especie que lleva viviendo aquí más de un siglo y por tanto forma parte del entorno, ayuda a mantener limpio los prados comiendo el forraje y protegiendo algunos espacios y especies de la zona. Sino que la gente recuerde cómo estaban antes los Lavaderos de la Reina, cuando había toros, y cómo están ahora”. Retóricamente nos preguntamos, ¿son los toros de Miralles guardianes de Sierra Nevada? Julia, la ganadera, lo tiene claro: “el toro ayuda a que la riqueza natural y animal del ecosistema del Parque Natural siga manteniéndose con el esplendor que merece”.

En medio de ese compromiso de sostenibilidad ambiental, los herederos de Rodríguez Balderas conocen perfectamente el patrimonio genético que gestionan. Una suerte de ‘reducto galo’ de la raza bovina de lidia que pervive en latitudes granadinas. “El origen de la ganadería está en la compra que mi abuelo le hace a Fernando Parladé, de una punta de animales en 1914, cuando éste se desprende de la ganadería. En 1920, mi padre y Francisco Pelayo llegaron a un acuerdo para compartir pastos en la Dehesa de las Hoyas, que tenía toros de lo que había sido la ganadería del duque de Tovar, y seguramente allí compartieron algo más que pastos. Años más tarde, mi abuelo Emilio, que tenía amistad con Bernardino Sorando, llevaba los toros en trashumancia hasta zonas de Córdoba y allí debió también cruzarlos, ya que eran también de origen Ibarra”. Por tanto, un siglo después, la casa dispone de un toro único con unas características igualmente excepcionales, hechas a imagen y semejanza del lugar en el que habitan.

Los astifinos pitones de las reses de Rodríguez Balderas Los astifinos pitones de las reses de Rodríguez Balderas

Los astifinos pitones de las reses de Rodríguez Balderas / Toni Juárez (Güéjar-Sierra)

- ¿Cómo son los toros de Rodríguez Balderas?

- Morfológicamente son animales bajos, de poca encornadura pero muy astifinos. A nivel de comportamiento, son animales muy despiertos, que se orientan rápido, donde vamos consiguiendo, con la selección, algo más de 'toreabilidad'. Tanto es así que cuando quisimos refrescar la ganadería, con algo de sangre Domecq, no salió bien: venían de climas templados y al año siguiente empezaron las pulmonías y fueron muriendo. Nuestros toros están hechos al clima y al suelo de Sierra Nevada ya que, tradicionalmente, han pastado en zonas de unos 2500 metros de altura.

Alumno de la Escuela taurina de Baza probando las cualidades de los novillos de Julia Miralles Alumno de la Escuela taurina de Baza probando las cualidades de los novillos de Julia Miralles

Alumno de la Escuela taurina de Baza probando las cualidades de los novillos de Julia Miralles / Toni Juárez (Güéjar-Sierra)

En este proceso de selección, donde la ganadera busca un equilibrio entre la bravura y la fiereza, Miralles empieza a encontrar el toro con el que se siente identificada. Ella y su familia esperan la oportunidad de devolver al hierro y a su casa el esplendor de otros tiempos, cuando sus animales llegaban a las plazas y morían con bravura. Mientras ese momento llega, sus toros pastan apacibles bajo el sol de Sierra Nevada, esperando ya que las primeras nieves tiñan de blanco la montaña. 

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