Sociedad

Las altas temperaturas del Mediterráneo podrían provocar gotas frías más fuertes de las habituales

El agua del Mediterráneo está más caliente de lo habitual

El agua del Mediterráneo está más caliente de lo habitual / EP

La temperatura del mar Mediterráneo ha superado los valores habituales del mes de agosto sobre todo en la parte occidental, la que discurre entre la costa peninsular española y la italiana pasando por las islas Baleares, donde en algunos puntos las aguas han alcanzado los 30 grados.

Según datos facilitados por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), en las costas españolas, dependiendo de la zona, la temperatura del Mediterráneo ha subido entre 2,5 y 4 grados respecto a los marcadores habituales en esta época, mientras que en las italianas ha aumentado hasta 5 grados.

Hasta los bañistas se han percatado de que algo raro le sucede a este mar porque habitualmente "el agua está mas fresquita", una circunstancia que la Aemet atribuye a que el sol incide de pleno y calienta en exceso la superficie marina, lo que, unido a la escasez de viento, impide que el agua circule y se mezcle con la del fondo, donde está más fría.

En el levante y en el sureste peninsular es donde más se nota el aumento de temperatura del Mediterráneo, como prueban los 29 grados que se midieron a primeros de agosto en aguas de la costa murciana (de 3 a 4 grados más de lo normal), los casi 28 que tuvieron en Almería el 25 de julio pasado según Puertos del Estado o los cerca de 30 grados en aguas de la costa levantina.

Aunque no de modo tan intenso, en el Atlántico también se ha dejado sentir la subida de temperatura del mar, de manera que en la costa de Huelva, en plena ola de calor de julio, se registraron dos grados más de media respecto al año pasado en la misma época y es posible que se superen en agosto, mientras en las Rías Baixas gallegas el agua se mantiene a 16 grados, dos mas que en la Costa da Morte.

En Canarias, la boya de Puertos del Estado ha medido hasta 23,1 grados de temperatura del agua en Las Palmas de Gran Canaria y 23,9 en Santa Cruz de Tenerife, y se ha constatado que en general hay menos grados en el océano abierto que en las costas cercanas al continente africano.

En el Cantábrico también se han sentido los efectos del cambio climático y de las olas de calor, como es el caso de la costa vasca, que lleva camino de superar sus récords de temperatura del agua del mar al alcanzar a primeros de agosto 24,2 grados, con lo que se acerca a los 25 que se registraron en agosto de 2006.

En Asturias, según datos de la Aemet, la temperatura del agua oscila estos días entre los 16 grados de las playas de Navia, Anguleiro y Peñarronda y los 25 de la playa gijonesa de San Lorenzo.

En la vertiente cantábrica gallega destacan los 18 de la costa cercana a Ribadeo (Lugo), según datos de Meteogalicia, que sitúa la temperatura media del agua en 16 grados, similar a la de los mares Báltico y del Norte.

Desde a Aemet recuerdan que lo que sucede ahora no es un fenómeno nuevo, pues en julio de 2017, que también fue especialmente caluroso en España y en la cuenca mediterránea, se alcanzaron los 30 grados de temperatura en puntos del Mediterráneo occidental por causas similares a las de ahora.

Entre las consecuencias de este aumento de temperatura del mar los expertos destacan la sensación de bochorno, la proliferación de algas y medusas en las playas y las noches tropicales e incluso tórridas en las zonas costeras, debido a la escasez de brisa y al incremento de la humedad en el aire.

Según ha indicado el catedrático de la Universidad de Alicante Jorge Olcina, existe riesgo de que la llegada de una DANA o gota fría, junto a la alta temperatura del mar, ayuden a la formación de nubes "muy enérgicas" que propiciarían lluvias torrenciales como viene siendo habitual en la costa mediterránea y en Baleares.

Por su parte, el investigador de la Universidad de Vigo Marcos Fontela ha recordado que el cambio climático genera tres grandes problemas en el medio marino: el calentamiento de las aguas, la pérdida de oxígeno y la acidificación y, cuando ocurren a la vez y se combinan entre sí, tienen efectos muy perjudiciales en la biodiversidad y los ecosistemas.

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