COVID-19

El campo, más que frutas y hortalizas

Tomates, pepinos, calabacines, pimientos y berenjenas han sido donados a todo el personal del hospital Torrecárdenas y Poniente

Tomates, pepinos, calabacines, pimientos y berenjenas han sido donados a todo el personal del hospital Torrecárdenas y Poniente / Javier Alonso (Almería)

Hace ya más de seis meses desde que el Gobierno decretara el estado de alarma por la crisis de la COVID-19. La ciudades se paralizaron, quedaron casi desiertas, sin embargo, el sector agrario, al igual que otras ramas del sector primario, siguió trabajando, no ajeno a la situación a la que tuvo que adaptarse con medidas de protección y seguridad. Los agricultores, comercializadoras y distribución seguían su actividad, una labor que en esos momentos se valoraba aún más puesto que, gracias a ella, a los ciudadanos no les faltaba lo esencial para vivir, los alimentos. Pero además de eso, tanto productores como empresas del ramo sacaron, durante esos tres meses de confinamiento y principio de desescalada, su espíritu más solidario para dar más de sí y contribuir para que los que están en primera línea de batalla, los sanitarios, contasen con los medios necesarios para desarrollar su trabajo de la manera más segura -ya que entonces eran bienes escasos-, y para que los colectivos más vulnerables no carecieran de los productos de esta tierra.

Toda la cadena alimentaria se volcó con los sanitarios y las personas más vulnerables en el estado de alarma

En Almería por ejemplo, las empresas comercializadoras asociadas a Coexphal (Asociación de Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas de Almería), a través de la Delegación Territorial de Salud de Almería, contribuyeron con la donación de material sanitario, así como con aportaciones económicas para centros hospitalarios de la provincia y residencias de mayores. El material entregado iba desde equipos de protección individual, mascarillas, monos, patucos, guantes, batas, gafas protectoras, alfombras desinfectantes, plásticos y mantas térmicas hasta equipos de protección para sulfatar. Igualmente, hubo comercializadoras que decidieron contribuir con una aportación económica a estos centros para que estos mismos se hiciesen con aquel material que necesitasen llegando las donaciones a alcanzar cuantías que rondaban a mediados de abril los 25.000-30.000 euros.

Por otra parte, también hubo empresas que optaron por colaborar directamente con hortalizas para alimentar tanto a sanitarios como a pacientes, además de a familias en situación de vulnerabilidad. Las organizaciones agrarias hicieron asimismo lo propio recopilando productos hortofrutícolas para repartir y algunos agricultores de manera independiente hicieron acopio de materiales para distribuir, así como sacaron a la calle sus equipos y tractores para desinfectar sus pueblos.

Pero no solo producción y comercialización de producto fresco mostró su lado más humano, en torno a ello hay toda una industria que le rodea, desde casas de semillas a laboratorios, firmas de industria auxiliar y productos fitosanitarios, instituciones públicas y privadas y entidades financieras que hacen que el sector se ponga a tono campaña tras campaña. Pues bien, todos y cada uno de los eslabones de la cadena alimentaria pusieron su granito de arena para hacer frente a las carencias que afloraron en el sistema sanitario para hacer frente a una crisis sanitaria descomunal.

Por citar sólo un ejemplo de los tantísimos que hubo, Cajamar se hizo partícipe de una serie de iniciativas colaborativas con las que contribuir frente a la COVID19. Una de ellas fue la referente a fabricar batas impermeables, hasta 3.000, para personal sanitario para a atender la demanda que existía a principios de la crisis sanitaria en este país en los hospitales de la provincia; esto lo llevaba a cabo junto a empresas, ayuntamientos y gracias a una red de voluntarios. Por otro lado, se incorporaba en marzo ala plataforma Sicnova que lideraba un proyecto colaborativo nacional para imprimir en 3D mascarillas y pantallas de protección facial.

Un restaurante con infinidad de estrellas de solidaridad

De todos los acontecimientos hay conclusiones que extraer y, si de esta crisis sanitaria que conlleva otra económica hubiera que destacar una positiva, sin duda, sería la solidaridad. Una lección de vida que están dando muchas personas como, los chefs y empresas de Almería que en mayo se pusieron manos a la obra con Cruz Roja para que a nadie le faltase un plato de comida. Así, Casa Rafael abría sus puertas a la generosidad de un grupo de cocineros y empresas para elaborar un total de 900 menús semanales que Cruz Roja haría llegar a las familias más desfavorecidas. De forma altruista chefs y mercantiles aportaron instalaciones, materia prima y alimentos y su trabajo diariamente para colaborar con el plan de emergencia Cruz Roja Responde que la institución humanitaria puso en marcha para ayudar a las personas en situaciones de vulnerabilidad acrecentada por la crisis. José Manuel Berenguer, Tolo Castillo, Patricio Úbeda y Mariela Pérez fueron los chefs que, junto a alhóndiga La Unión, arrancaron esta iniciativa , con el nombre ‘Unidos cocinamos por ti’, a la que se sumaron otros cinco cocineros más y un total de 20 empresas y entidades que fueron las que aportaron el material necesario para cocinar, concretamente donaron 25.000 kilos de comida para poder hacer frente a esta situación de extrema necesidad. “Pensamos que en esta situación tan complicada y con tantas necesidades teníamos que colaborar con lo que sabemos hacer que es cocinar y por eso, nos pusimos mano a los fogones porque, en una emergencia, la comida es una de las prioridades básicas”, explicaba Mariela Pérez. La pandemia ha hecho que sólo en la provincia de Almería, la Cruz Roja duplicase su atención habitual hasta llegar a 12.726 personas entre familias sin recursos, personas sin hogar, ancianos solos o desempleados.

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