Sin sentido del humor

La Cataluña independentista y el camino de la Rusia de Putin

El responsable y productor de 'Està passant', Toni Soler

El responsable y productor de 'Està passant', Toni Soler

¿Hay algún amigo o familiar que tuviera en los planes de esta Semana Santa visitar Cataluña? Probablemente no. Ni da cara a los próximos puentes. Ni de cara al próximo verano. Desde hace doce años, con la senda de Artur Mas por rentabilizar el llamado Procés, el independentismo voló alto por fanfarria y obsesión mediática. La infantilización de la política en todas partes derivó en tierras catalanas por una fiebre separatista larvada desde generaciones atrás en la división por el idioma, calado en la administración y en los centros de enseñanza, e incluso por las costumbres. La diferencia como separación, no como elemento de vertebración y afinidad. La diferencia como excitación del victimismo. Todos lo que no son ellos (los secesionistas catalanes y vascos, coaligados) son los inferiores.

En una sociedad sana los radicalismos se diluyen por empacho. Está sucediendo en España, pero en Cataluña ese sumidero está más tapado por la financiación y los resortes manidos. La cadena TV3, alminar integrista machacón junto a medios privados subvencionados, forma parte de ese conglomerado. La parálisis de opinadores, contertulios, productores y productoras de Cataluña y afines por la metedura de pata del programa Està passant es descriptiva. Cualquier que opine que aligerar la sexualidad sobre una venerada devoción mariana es una ofensa innecesaria y torpe es tildado de "facha" por los independentistas y sus amigos. Los andaluces, seres inferiores, seríamos fachas, ignorantes y retrógrados a ojos de los radicales. Un ciudadano ejemplar,  formado y progresista tiene incluso que pronunciar correctamente el gallego para hablar de "Sanxenxo", no vaya a ser un facha por pronunciarlo mal. Los fonemas son aduanas en España.

La reacción acolchada de los responsables de Està passant y el silencio inexplicable de TV3 durante una semana por parte los directivos de esa cadena muestra el vacío de responsabilidad, moderación y sentido común en una televisión que cencerrea con la cantinela supremacista, con una atmósfera política y social  de imposición que no difiere mucho de la Rusia de Putin que durante mucho tiempo, con sus bots en las redes, contribuyó a la efervescencia suicida del Procés. Ahora desde Rusia, donde sólo ellos contribuyeron a alimentar el faso mito de que eran Polonia, han atacado a Andalucía a través de un material sensible, para millones de creyentes que merecen respecto, y prosiguen la afrenta respondiendo con insultos y gestos de soberbia. Porque para justificar su independentismo y su victimismo necesitan el resquemor y el odio ajeno.

En Està passant montaron un burdo montaje antirreligioso en plena Semana Santa cuando en los informativos nacionales copaban las portadas las celebraciones cofrades andaluzas y la repercusión turística, el éxito de Andalucía, una tierra que prospera. En Cataluña ya han destruido la atracción del turismo nacional pero ahora desean que todos los catalanes sientan menosprecio hacia Andalucía: lo que allí han considerado tierra de vagos, de los vagos que se han deslomado por levantar Cataluña.

Utilizaron una representación religiosa que además es una seña de identidad para el andaluz. De ahí que sea más arriesgado para un catalán, y grave si el resultado es burdo, tomarse chanza a la Virgen del Rocío respecto a cualquier advocación de su tierra. Hay que ser muy inteligente para tocar determinados temas. Tomarse a guasa las creencias de otros lugares habla más del desconocimiento e ignorancia del cómico que de la presunta ignorancia de los que se quiere reír. Si en TV3 no saben reírse de sí mismos (si hay burlas contra el independentismo son con manitas de trapo), con menos fortuna sabrán reírse de los demás.

Es además llamativo la defensa de los límites del humor cuando la reacción de incomodidad ha sido inmediata, numerosa y diversa. Cuando estaban maquinando el sketch sus responsables ya tenían la respuesta segura de intolerancia y acusación. Y saben que tienen seguro el silencio de tantos críticos de TV, contertulios y medios que les aplauden en todo momento. En Cataluña tienen cada vez peor el sentido del humor y lo pueden calibrar los índices de audiencia en el resto de España.

El declive de reputación del FC Barcelona, que siempre fue un club, un club de intereses particulares, empezó a la deriva con los atronadores silbidos al himno. Y detrás, lo que había en realidad era una trama de complacencia con los árbitros que todavía tiene que emerger aún más. Y así todo.

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