TV-Comunicación

Francisco Andrés Gallardo

Errores, horrores y peleas en la 'Batalla de restaurantes' de Sevilla

Alberto Chicote sacó un tenedor amarillo pero en realidad la entrega de este martes debió quedar anulada

'Batalla de restaurantes' llega a Sevilla, "de vergüenza ajena"

Alberto Chicote y sus nuevos tenedores de amonestación ante las amenazas

Alberto Chicote con tres de los contricantes en la Antigua Abacería de San Lorenzo

17 de diciembre 2025 - 09:46

La gerente de la Antigua Abacería de San Lorenzo, un clásico de la hostelería reciente sevillana, Alejandra, recibió un tenedor amarillo por parte de Alberto Chicote, convirtiéndose así en el local de peor puntuación de la historia de Batalla de restaurantes con punto y medio en total. La baja calificación no es por la valoración de Chicote sino por la negativa actitud de sus compañeros valorando a los demás, a lo que se añadió el punto de amonestación de dicho tenedor amarillo. Quitar ese punto debió ser general e incluso a ningún espectador le hubiera extrañado que la entrega se hubiera dado por anulada y destinar los 10.000 euros a una ONG.

Se podía sospechar que un Batalla en restaurantes en Sevilla podía caer fácilmente en la bronca pero los cuatro responsables de restaurantes que aparecieron la dieron con creces y los cuatro deberían de disculparse por el espectáculo brindado en La Sexta.

En Batalla de restaurantes la rivalidad, la competición, es la salsa del programa. El pique, la observación con un poquito de saña. Y otra cosa es la destrucción del otro y, sobre todo, la falta de autocrítica. Esa ausencia de autocrítica, confundir cualquier comentario con una humillación, con "sentirse pisoteado" es lo que terminó agravando el comportamiento de los cuatro anfitriones-contrincantes del espacio sevillano.

Una falta de reconocer defectos y un asombro general por el bajo nivel gastronómico de los cuatro locales participantes con productos de quinta gama en el restaurante ganador, Deleite (flamenquines y adobo que resultó ser caella en lugar de cazón), carne picada de toro sin saber qué animal es en concreto o los canelones en Benavente, cuyo joven cocinero, Antonio Benavente, era de los que advertía que no iba a tolerar que alguien de más edad (él tiene 27) le "pisotease".

Los cuatro cocineros o gerentes sevillanos de Batalla de restaurantes no entendieron en ningún momento de qué iba el programa. Si piensan además que aparecer de esta forma les va a dar fama... Y de lo peor, que el plato de competición fuera "la tapa" y esas tapas fueran pasta con tomate, pollo al curry, fingers de pollo, hamburguesa de toro... ¿Esa es la gastronomía genuina de la Sevilla del siglo XXI? Una cosa es adaptar, integrar, y otra que apenas hubiera referencias a la cocina sevillana tradicional.

Lo descorazonador de un programa desarrollado en Sevilla es la carencia de esa amabilidad y hospitalidad de la que hace gala la hostelería sevillana. Los cuatro participantes mantuvieron en todo momento una actitud hostil, criticona, de observar solo los defectos del otro. De una falta de generosidad impropia de una tierra que es cariñosa y afable con el visitante. Y efectivamente la gente, los sevillanos, son así. Pero en el programa de Chicote no se percibió en ningún momento esa sensación.

Y después estuvo la confrontación especialmente de Kike, el gerente de Pan y Circo, y de la mencionada Alejandra. Kike, por cierto, fue el que dijo que la Antigua Abacería era "muy sevillano", lo que debe ser un defecto a estas alturas. Tanto fue el cántaro a la fuente de la porfía que en el cuarto local, la Antigua Abacería, se terminara por una crispación innecesaria. Alejandra gritó "¿por qué no te callas?" y quien le había venido provocando con preguntas, el tal Kike, se levantó después de haber agriado todo el almuerzo.

De nada sirvieron las disculpas de la anfitriona. Estanis, el gerente de Deleite, hacía como el que la cosa no iba con él, cuando había estado azuzando todo el tiempo. De lo que precisamente se quejó Alejandra cuando se quedó sola criticando el bote caducado que encontró en Pan y Circo.

La puntuación que se otorgaban entre los participantes plasmó esa ausencia de empatía profesional, de rivalidad entre líneas rojas, que han marcado otros programas (y sí, que no se han cumplido tampoco en otros como Zaragoza o Córdoba). En la mesa de la puesta en común terminaron de surgir los resquemores cuando se hicieron públicas esas bajas estimaciones hacia el trabajo del otro. Si no eres capaz de ver virtudes en el otro es difícil que entre cuatro se pongan de acuerdo. Ninguno fue aceptablemente honesto hacia los demás, aunque ninguno tuvo el nivel para ser un buen local de tapas en Sevilla. "De vergüenza ajena", decía sonrojarse Benavente ante las puntuaciones recibidas. No, fue un programa de vergüenza.

Ganó Deleite pero lo dicho, en Batalla de restaurantes de Sevilla no debió ganar nadie y perdió la imagen de la ciudad.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último