Gran tarde de Morante y Manzanares en Alicante

Buen resultado ganadero de Zalduendo y notable esfuerzo de Finito de Córdoba en su segundo, al que le corta una oreja

Morante, durante su labor.
Morante, durante su labor.
Efe Alicante

22 de junio 2014 - 01:00

Morante y Manzanares ofrecieron una gran tarde de toros con cartel de no hay billetes.

Se lidiaron tres toros -primero, segundo y sexto- de El Pilar, de dispares hechuras, sin fuerzas ni raza los dos primeros y declasado el último; y tres -tercero, cuarto y quinto- de Zalduendo, más aparentes y buenos.

Finito de Córdoba, leves pitos y oreja y aviso. Morante de la Puebla, silencio y dos orejas. Manzanares, dos orejas y ovación.

Morante se reencontró con las musas en su segunda labor ante un toro de muy buena condición de Zalduendo, al que exprimió en una labor repleta de magia y sentimiento, en la que compaginó pasajes hondos y de notable sabor en el toreo fundamental con la gracia y el duende de los adornos y remates. El secreto fue dar sitio y respiro al animal para que fuera afianzándose, y así logró Morante series cortas de muletazos templados y por abajo por el lado derecho. Al natural, dos tandas más hondas y sentidas si cabe, aunque por ahí se acabó pronto el toro. Fue el propio Morante el que dio puntilla al toro como si fuera el descabello.

Antes con su primero, toro incómodo y sin apenas sustancia, lo intentó Morante, pero en vano.

Manzanares sorteó en primer lugar a un toro con movilidad de Zalduendo, al que fue metiendo poco a poco en la muleta para, al final, diseñar una labor compacta y rotunda en la que en alicantino toreó al ralentí, componiendo muy bien la figura en preciosos y elegantes muletazos ligados sobre ambas manos. El temple, el sentimiento y el gusto fueron las claves de un trasteo de alta nota, y a más, que tuvo el único momento de congoja en la fea voltereta que se llevó al matar. En el sexto no pudo redondear ante un astado rebrincado y sin entrega.

Finito, que apenas pudo dejar un par de detalles aislados en su flojo y moribundo primero, hizo un notable esfuerzo con el cuarto, un astado de bruscas acometidas, sin humillar y con tendencia a puntear los engaños con el que el llevó a cabo una laboriosa faena que remató con hondura y suavidad.

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