El maestro José Miguel Arroyo Joselito deleitó en la Maestranza a un público juvenil, con numerosos aspirantes a toreros, en una Lección magistral, organizada por Aula Taurina. En un recorrido de su carrera a través de sus vivencias, acompañado por Emilio Trigo como moderador y Miguel Serrano como presentador del acto, el diestro madrileño reflejó desde el comienzo del coloquio el blasón de independencia y rebeldía que siempre le distinguió, con uno de sus lemas predilectos: "Hay que ser fiel a tus principios". Y a partir de ahí, recordó el nacimiento de su afición, de la mano de su padre biológico, así como los difíciles comienzos en la Escuela de Madrid, que por aquel entonces dirigía Enrique Martín Arranz, quien con el tiempo se convirtió en su padre adoptivo.
En un aviso para los incipientes toreros que llenaban la sala, advirtió: "Ser torero no es pegar lances ni pases. Es mucho más. En la Escuela nos enseñaban a caminar, a brindar, a vestirnos...". Y contó como anécdota que un día tras otro le tenían andando varias horas, sin dejarle coger los trastos, hasta que por fin, "un día, don José me dijo: 'Ya puedes coger la muleta. Antes no te dejaba porque no andabas en torero". Con esa disciplina se educó en una tauromaquia que rayaba en la liturgia y con la preocupación de "ser diferente. Siempre he creído que el toreo es un libro y cada torero un capítulo. El toreo es para sentirlo y los trastos son la prolongación de tu mano y hasta de tu alma. Para ello, entrenando, educas a tu cuerpo y a tu mente y puedes abandonarte".
El torero, en esta postura en busca de la autenticidad, llegó a decir: "Torear es engañar con verdad. Y al toro hay que darle opción a que te coja". De su tauromaquia hizo un repaso desde su extraordinaria variedad con el capote hasta la suerte suprema, en la que fue en su época el rey, aunque argumentó: "Al principio era un negado con la espada hasta que le cogí el tranquillo".
Los alumnos de la Escuela de Sevilla también pudieron rememorar los días de gloria de un torero venerado en las grandes plazas, como en la México, donde tras cortar un rabo "me llevaron a hombros durante tres horas y unos 10 ó 12 kilómetros por las calles", algo muy parecido a lo sucedido en Sevilla, cuando abrió la Puerta del Príncipe, una salida a hombros que revivió así: "Yo no quería que aquel sueño se terminara. Y afortunadamente me llevaron al hotel en hombros desde la plaza". Precisamente, en la Maestranza vivió su retirada, el 26 de septiembre de 1998, tras una tarde desafortunada en la que se encerró con seis toros y a la que llegó "con la mente puesta" en la despedida.
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